Pasaron algunos
días hasta que volví a encontrarme a Jim. Sí, fue muy difícil tener que
evitarlo constantemente… Vivíamos bajo el mismo techo y su habitación estaba a
unos metros de la mía. Por suerte, gracias a haber pasado tantos días en cama, había desarrollado una
nueva capacidad, sobrenatural -que conociéndome era alucinante-, la paciencia. Gracias a ella,
sabía en qué momento salía de casa, se duchaba, comía, se lavaba los
dientes… Bueno, tal vez suene a enfermiza obsesión, aunque ¿Qué podía hacer? No dejaba de ver
esa desagradable escena cada vez que mi mente se desocupaba un minuto.
Ya sabía que no podía durar siempre, no puedes evitar a una persona tanto tiempo. Aún así, me pilló desprevenida.
Ya sabía que no podía durar siempre, no puedes evitar a una persona tanto tiempo. Aún así, me pilló desprevenida.
Ese fatídico día estaba nublado y yo estaba muy cansada. Había tenido pesadillas, una larga conversación con Jerry y además, una llamada edulcorada de mi profesora de arte. Todo eso me hizo olvidarme de la operación “Evita a Superman y todo irá bien”, el tiempo suficiente para que el hambre me obligara a bajar desesperada a la cocina, en busca de algo que llevarme a la boca.
En condiciones
normales, habría pedido algo y me lo habrían subido, ya que todavía no
funcionaba muy bien en cuanto a locomoción… Pero era uno de esos días en los
que te importa todo una mierda.
Y me apetecía un
Sándwich.