jueves, 20 de febrero de 2014

Capítulo 13: Mi apartamento, mi desorden... Yo.




                -Echo de menos ciertas cosas. Mi vida normal, el estrés de la universidad… Vivir sola. Bailar los sábados por la mañana, tomar varias dosis de cafeína en vez de tantas pastillas para dormir. Comer porquerías, ¿Nadie se ha preguntado porque en esa casa sólo hay comida sana? Quizá, salir por la noche…

Bien, había dicho mi discurso, manteniendo los ojos fijos en el suelo. Y ahora, tenía que levantar la cabeza y ver sus reacciones… Esperando que algunas de mis confesiones hubieran arrancado un poco de humor.

Por lo visto me equivocaba. Ni un ápice de risa. 

Cuando me enfrenté a ellos y dejé de maltratar al césped, descubrí que no era tan graciosa como creía y que había logrado lo contrario. Un desastre de proporciones épicas.

Sus caras de lástima eran insultantes, y me hicieron replantearme el juego, el haber aceptado, el ser tan tonta… Por supuesto que no importaba nada lo que ellos hubieran dicho, porque en realidad el plan estaba diseñado especialmente para mí. Para que siguieran hondando en mi personalidad de mierda, chafada y con estrías.

No les había quedado otra que pensar una idiotez de esta envergadura, para seguir con mi análisis exhaustivo. En aquel momento me sentí como una chica encerrada en tubo de ensayo. 

Claro que también fue un pensamiento bastante exagerado (lo sé), por lo que lo controlé y decidí que lo mejor era pasar a la siguiente ronda. Jugar sucio. Sin ningún tipo de piedad. Sacar a la bestia que habitaba en mi interior, a la mente calculadora y perversa que no iba a soportar ser la víctima lisiada y avergonzada de la excursión.

jueves, 13 de febrero de 2014

Capítulo 12: Algunos juegos peligrosos.



Vagar sin rumbo era una expresión que nunca había usado para referirme a mí, hasta aquella noche. Hasta que mi único consuelo se reducía a avanzar hacia ningún sitio, esperando que fuera a parar algo más coherente de lo que tenía hasta ahora. Que era nada.

Rodeé la casa, y salí al jardín trasero (Sabía que la parte delantera era prohibida porque rozaba con el mar y que debía evitarlo). Nunca había estado allí, pero era un sitio que sin quererlo se volvía familiar, como si fuese capaz de rememorarte a una infancia que en realidad, no existía… pero que alguna vez habías imaginado. Vamos, que estaba fatal de la cabeza. 

Porque quizá has visto ese sitio entre las páginas de un buen libro, o desde el mismísimo ojo de Monet. Y deliraba. 

¿Quién no se ha visto así mismo en el escenario de un cuento de hadas?

Pero era algo más… No lo supe hasta que me fijé en los detalles. Era parecido a ese rincón del hospital dónde hablé con él hace semanas (más bien años, dado lo insufribles que habían resultado).

Todo era verde, salpicado de algún que otro color, tímido entre la inmensidad de hojas y ramas que crecían salvajes entre las enredaderas y todos esos escondites complicados que me hicieron volver a la realidad. Había un banco que colgaba sobre un columpio de forja oxidada, y en el otro extremo, una fuente de mármol dónde bailaban dos ángeles pequeños de los que brotaba un ligero hilo de agua.