martes, 15 de octubre de 2013

Capítulo 7: La casa, el ascensor y la enfermera.





Prefiero omitir la parte que vino después, que básicamente puedo definir en una palabra: Embarazoso.

Esa molesta situación duró hasta llegar a la “casa”, cuyo tamaño hacía que fuera imposible usar ese término. Mansión o palacete quedaría mucho mejor.

No exagero.

Se notaba que llevaba mucho tiempo perteneciendo a la familia. La arquitectura la situaba varios años atrás. De piedra y robusta en el exterior, dejaba completamente de lado ese aspecto al entrar. El interior era acogedor, moderno y de una exquisitez que me dejo con la boca abierta un par de minutos. Parecía una de esas casas que salen en las revistas, con las que cualquiera sueña pero pocos pueden tener. Un sitio de otro mundo.

Ya en la entrada, los ojos se me dispararon en todas direcciones, abarcando cada detalle inalcanzable. Cuadros preciosos, paredes empapeladas, muebles robustos, centros con flores frescas, cortinas interminables, sofás estampados… Todo en una perfecta armonía que convivía con los brotes de las nuevas tecnologías, como una enorme tele de plasma. Y juro que nunca había visto una tele tan grande en una casa.