sábado, 21 de septiembre de 2013

Capítulo 6: Jim, y lo que no me esperaba de Jim.





Recorrimos la carretera en dirección al centro de Dublín, dónde estaba mi apartamento. La primera parada antes de llegar a “Mi nuevo, temporal e improvisto hogar”. Vivía en un tercer piso, sin ascensor, por lo que tuve que pasar por un momento un poco bochornoso, cuando cierto joven amnésico me llevó en brazos hasta arriba. Por supuesto, que en todo momento me mantuve fría y sólo respondía a lo que me preguntaba con palabras cortas como Sí y No. Y cómo él tampoco estaba cómodo, mejor que mejor. 

Ahí estábamos los dos, en mi pobre apartamento abandonado, exactamente igual a como lo dejé antes de que se me fuera la cabeza.

Para empezar, os describiré un poco mi pequeño habitáculo: Pocos metros cuadrados para nombrarlos, paredes blancas llenas de posters, fotos y cuadros que tapaban las grietas y los desconchones de la pintura, escasos muebles, lo bastante envejecidos como para ser de mi gusto y un par de estanterías que habían conseguido llevarse todo mi cariño. El apartamento tenía tres módulos principales; mi dormitorio-biblioteca-despacho-armario-sala de estar, la cocina y –si podemos llamarlo así, aunque no creo que llegue a esa consideración- un baño.

El amnésico desencantador me sentó en la cama y observó la estancia con expectación, deteniéndose en una pared un tato peculiar llena de recortes de periódico –Todos hemos tenido un pasado y él estaba a punto de descubrir el mío-.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Capítulo 5: La definitiva caída del imperio de hielo.




La respuesta me vino fácilmente a la cabeza; Sí. Afirmativo. Te mueres por ese tío. Y una parte de mí, y odiaba a esa parte con todas mis ganas, empezó a reírse a carcajadas por lo cómica que parecía mi situación.

No, no estoy loca… No digo que hable conmigo misma, ni que sea una especie de ser extraño con doble personalidad, igual que Gollum del señor de los anillos. Pero últimamente, sentía que cada cosa que me pasaba, era observada por un subconsciente malvado que se burlaba de mí.

Bueno, a lo mejor sí que era locura.

Así que de nuevo, a pesar de lo enormemente cansada e inservible que me sentía, decidí decantarme por lo que menos me convenía, que era lo que no podía ignorar. Me deslicé hasta mi trono con ruedas y salí de la asquerosa habitación de hospital que tenía las horas contadas. Mi objetivo era absurdo, claro y temerario.

Buscar a James y pedirle explicaciones por ese regalo tan estrafalario que no me merecía. Ya, puede que me equivocara, pero era lo que sentía.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Capítulo 4: La primera caída del imperio de hielo.





El Éxtasis. Lo rocé aquella noche con la punta de los dedos. No era el mayor grado que se experimenta del éxtasis, puesto que siempre se puede ser más feliz, más afortunada… Pero después de lo que había soportado, tener algo de esa dulce y placentera sensación por pequeña que fuera era… agradable. Aunque fuera gracias a unos Martinis.

Todo lo bueno dura poco. Una frase simple, con cinco palabras simples que significaba una de las verdades más absolutas en este mundo. Y aquella mañana me cercioré de ello. No existía un atisbo, por más pequeño que fuera, de cualquier emoción agradable en mi cuerpo. Mis entrañas parecían estar librando una batalla épica con espadas, lanzas, escudos, caballos y catapultas, que desembocaron en una situación rocambolesca cuando hundí mi cabeza en el váter para vomitar.