Si pensáis que no
hay algo más molesto que un “te lo dije” en el momento en el que no lo quieres
escuchar, es la ausencia de él; das demasiada lástima. Acababa de aparecer
llorando en la casa de mi terapeuta anormalmente bajito. Creía que haciéndome
la valiente, además de ayudarme con los demás, lo haría conmigo misma; Sin
embargo, una vez más, mi teoría se hacía añicos ante mis ojos.
Pero volvamos a
ese momento, ese instante en el que ni siquiera sentía vergüenza, sino la
impresión de que me quitaba un peso de encima. Después de todo, estaba
descansando de la fabulosa interpretación en la que llevaba trabajando un par
de días. Mi perfecto papel merecedor de un Oscar, truncando por un hombre que
llevaba corbatas con animales estampados.