lunes, 29 de julio de 2013

Capítulo 1: El acantilado. Parte 2.




Me desperté y al principio no noté nada… Era como flotar, hasta que empecé a sentir dolor. Dolor que empezaba en mi espalda, continuaba en el pecho y desembocaba en mi cabeza. Los brazos me quemaban por alguna extraña razón, así que abrí los ojos para comprobar que estaba pasando -No recordaba un solo detalle del acantilado, a eso llegué unos días después- Así que me desesperé al verme allí tumbada, en ese estado de trance. Comencé a moverme y a gemir, disparando el pitido constante que hacía alguna máquina extraterrestre. Por alguna razón no podía incorporarme y el dolor del pecho crecía. Estaba en una habitación de paredes blancas llena de ramos de flores y peluches, demasiados peluches-Eso me asustó más-.

Disponía de un poco de sentido común así que pensé que me había atropellado y que debía estarme quieta ¿De qué me iba a servir ese ataque de pánico? No tardó mucho en llegar un enfermero con paso ligero. Era bastante atractivo si te fijabas en sus facciones, su pelo rubio y su cuerpo musculado.

Y entonces pensé en que no iba a ligar nada así. Algo ridículo considerando que estaba en aquel lugar muerta de dolor. Pero yo no tengo la culpa, se supone que nuestro cerebro reacciona de forma extraña al shock.


                -Erín, tranquila… Estás en el hospital ¿Cómo te encuentras?-Me dijo con una voz excesivamente alta.

Le respondí con un gruñido, que fue lo único que mis cuerdas vocales pudieron producir hasta que me aclaré la garganta.

                -¿Qué ha pasado?-Pregunté y juro que el sonido que salía de mí no era yo. Parecía un cantante de heavy.

Hablar era una tortura que hacía que me ardiera el pecho. El karma comenzaba a avanzar como un tsunami  -Yo era la pobre zona costera que iba a ser derribada-.

                -Has sufrido un accidente, Erín… Llevas un tiempo en coma, pero lo has superado como una campeona-Explicó edulcoradamente, enseñándome su cegadora dentadura e incorporó la cama pulsando un botón.

                -Me… Me duele el… pecho.

                -Tuvieron que operarte porque tuviste una infección que casi te mata. No les quedó más remedio que extirparte el pulmón.

En otras palabras, mi tsunami proseguía su camino.  Abrí la boca y fruncí el ceño para que quedara claro que estaba totalmente sorprendida.

                -¿Tengo solo un pulmón?-Pregunté aterrada. Juro que lo estaba.

                -Sí… Lo siento. Llamaré al doctor Pierce y a tus padres para que vengan.

No respondí, no veía la necesidad de ser educada en esos instantes. Me quedé sola y traumatizada. Acababa de enterarme de que me faltaba un órgano y lo único que me preocupaba, era inspeccionarme la cicatriz. Vaya, una necesidad imperiosa. Lo normal hubiera sido llorar o compadecerme, pero la verdad es que tenía mucha… curiosidad.

No muy a menudo te levantas sabiendo que te falta un pulmón.

Me levanté el pijama y vislumbré las gasas que se extendían por todo el pecho. Me temblaban los dedos y tenía miedo porque fuera demasiado gore, pero finalmente, levanté el extremo de las gasas que más se acercaba a mi cuello y vi la cicatriz. Horrorosa, rojiza y asquerosa. Cerré los ojos y respiré hondo –Con mi único pulmón-, tapando esa horrorosa visión.

                -¡Mi niña!-Gritó mi madre entrando por la puerta de la habitación estrepitosamente. Estaba llorando a lágrima viva y no dejaba de sonreír o hacer muecas raras, no estaba segura-¡Estás despierta!

Esa exclamación me hizo plantearme que llevaba mucho tiempo en coma. Sonreí y acepté su doloroso abrazo hasta que tuve que quejarme.

                -Dios, mamá… Duele-Murmuré y conseguí que se separara de mí.

                -¿Cómo estás?-Preguntó mi padre, allí plantado, tan serio y elegante como siempre. 

                -Bien… Creo… ¿Me ha atropellado un camión?-Era la primera opción que me pasaba por la cabeza.

Mis padres y el otro hombre de bata blanca desviaron sus miradas de la mía. Ahí la cosa no me olió bien. 

                -Erín, cielo… Te… Te caíste de un acantilado-Aclaró mi madre, soltando la bomba con suavidad, como si yo estuviera metida en un bunker y supiese que no me iba a afectar- ¿No lo recuerdas?

Negué varias veces porque me parecía ridículo que siendo irlandesa, me hubiera aproximado tanto a un acantilado como para caerme. Reflexioné en si podía haber sido lo bastante gilipollas como para emborracharme y tirarme, pero no era una opción viable considerando que nunca me habían gustado esa clase de “Diversiones adolescentes”.

Al parecer, yo era más de otras actividades, como hacer salto base desde un acantilado.

                -Estabas con Fiona y Alana, pasando la tarde allí… Te acercaste demasiado. Puede que dieras un traspié, cariño. No pasa nada-Añadió mi padre.

En ese punto, recordé la tarde en el acantilado, pero no mi momento suicida.

                -Y… ¿Cómo logré…?-Comencé a cuestionarme en voz alta.

Mi madre explotó a llorar –Literalmente- y comenzó a hipar nerviosa. Algo se había apoderado de su ser, o quizá quería otorgarle al momento el dramatismo que precisaba, pero empezaba a ponerme de los nervios. 

                -Si ese muchacho no llega a estar ahí… Dios mío… Se lo agradeceremos toda la vida…

Empezaba a ponerme enferma el drama de mi madre. Estaba desesperada en saber que pasaba, qué había sido de mi y ese muchacho y ella no ayudaba.

                -Mamá, cálmate ¿Qué muchacho?-Miré a mi padre, rogando que me ayudara.

                -Erín, ese muchacho se lanzó hacia ti y logro sacarte cuando estabas inconsciente… Pero resulta que el mar os engulló a los dos. Pensábamos que era tu novio o algo así, pero tus amigas nos contaron que no lo habían visto nunca.

¿Mi novio o algo así? Negué y se hizo el silencio. Otro silencio. Era agonizante y estaba a punto de ponerme a gritar para que me explicaran, -a poder ser sin pausas-, qué mierda había pasado en los acantilados, pero suspiré y apreté el puño, una especie de control de la ira que me funcionaba de vez en cuando.

                -¿Qué paso después?

                -Que el luchó sosteniéndote y alejándote de las rocas, hasta que… No pudo más. Por suerte, pasó una lancha de salvamento y os sacó a los dos del agua. Cariño, he hablado con un cirujano plástico para que te arregle la cicatriz de la cara. No se nota mucho, pero el lado derecho es tu lado bueno… Y el flequillo nunca te ha quedado bien…

                -¿Qué…? ¿Cómo está?-La corté, ignorando su último comentario, él cual era demasiado de ciencia ficción. 

                -¿Quién?-Preguntó mi madre, sacándome de mis casillas… ¿Cómo que quien?

                -¿Superman? ¡Dios mamá, ese muchacho!

Me sentí mal cuando agachó la mirada y lloró de nuevo. Otra de las cosas que no dominaba, era el tacto con los demás. Tendía a ser un cubito de hielo. Sobre todo cuando acababa de despertar de un coma. 

                -El señor Dillon sigue en coma… -Dijo el hombre de bata blanca y ojeras pronunciadas-Aunque tenemos grandes esperanzas depositadas en que despierte. A él no tuvimos que intervenirle, usted estaba mucho peor, señorita Roach. Ahora tiene que dar gracias a Dios y vivir, porque claramente ha vuelto a nacer.

Así que como veis, los daños colaterales empezaban a cebarse conmigo. No pensaba nada más que en el pobre chico que me intentó salvar y que estaba en coma por mi culpa.

Pero eso no fue lo único de lo que me enteré aquel día. Mis piernas no se movían. Me convencieron de que con rehabilitación volvería a andar, pero ¿Qué me iba a importar eso cuando me acababan de comunicar que tenía que valerme de una silla de ruedas durante una larga temporada? Sin olvidar que me faltaba un pulmón… Eso no hay que olvidarlo.

A los tres días, cuando mis padres se aseguraron de que estaba bien, volvieron a Londres, donde vivían desde hacía unos años. Mi padre tiene un restaurante de comida irlandesa allí y mi madre es editora de una conocida revista de moda. Yo no quería mudarme así que… Bueno, pero eso es otra historia.

Lo que importa es que les repetí hasta la saciedad que estaba genial –Con mi pulmón solitario- y que tenía a Fiona y Alana para cuidarme, por lo que aceptaron a abandonarme en ese hospital y yo no pude nada más que dar gracias por habérmelos quitado de encima.

No me malinterpretéis, no les odiaba, ni mucho menos, pero me ponían nerviosa revoloteando por la habitación y compadeciéndose de mí.

Al cuarto día tuve que soportar los llantos constantes de mis amigas, que no habían podido visitarme desde que desperté (Las políticas absurdas de un hospital). Nada más poner un pie en mi habitación, sollozaron como locas. Y sé que estaba mal, pero me reí con ganas al verlas porque no sabía qué hacer para romper el dramático ambiente.

Me arrepentí a los tres segundos.

Alana tenía dos años más que Fiona y que yo. Era rubia de piel blanca y ojos oscuros, tan alta que bien se podía a ver dedicado al baloncesto, sino fuera por lo negada que era para ese deporte en particular y los demás en general. Y luego estaba Fiona, pelirroja como solo un irlandés sabe serlo, empapada por cientos de pecas que adornaban su rostro y con los ojos más azules que había visto (A veces, dirías que son negros). Era más bajita, pero practicaba decenas de deportes, de los que yo nunca había oído hablar –Algunos me resultaban ridículos y creo que se deberían de olvidarse en este siglo-.

                -Tranquilas… Que estoy… Bien-Dije costosamente, aun acostumbrándome al pulmón solitario.

                -¡Eres una imbécil! ¡Y una patosa de mierda! ¿Sabes el susto que nos distes? ¿Llegas a imaginarte lo aterradas que hemos estado?-Gritó Fiona (En un momento hasta pensé que iba a pegarme).

                -Dios… ¡Estás hecha un cristo! Dios mío… -Murmuraba Alana, que me miraba como si le doliese.
               
Mi risa paró en seco vislumbrando otro de los daños colaterales. Ellas. Claramente se alegraban de verme, pero también se podía adivinar que llevaban mucho tiempo pensando una serie de palabras para dedicarme, como una especie de sermón para que llorara y les pidiera perdón.

Y eso es lo que hice. Lloré porque en algún momento me tenía que afectar todo aquello. Porque desde que desperté me lo había tomado con filosofía, pero ella me acababa de abandonar. Y ahora me dolía todo. Cada herida, cada golpe y cada cicatriz. Estaba cansada y quería levantarme de esa cama.

                -No Erín… Por favor, no llores… No pasa nada…

                -Ni siquiera… Ni… No… No he podido mirarme al espejo-Sollocé, igual que una niña pequeña, dando golpes con los puños-Quiero darme una ducha… Y no, no me dejan… Porque estoy atada a todos estos… ¡Cables de mierda!

                -Estás guapísima-Mintió Alana y me sonrío. Fiona asintió varias veces.

                -Hablaremos con la enfermera para ver si puedes darte una ducha-Añadió.

                -Y ese muchacho… Está así por mi culpa… -Seguí con mi discurso dramático-Necesito ir a verle…


Mi desesperación se medía en toneladas a esas alturas. Me había caído, casi muero por tener dos pies izquierdos... y luego estaba ese chico moribundo. Me sentía fatal tanto física como mentalmente. Y aún no recordaba lo peor de la historia. 


5 comentarios:

  1. Es un capitulo muy intenso.
    Me da pena Erin que sin saber bien del todo lo que ha pasado se siente fatal...
    Espero que el siguiente lo puedas tener pronto
    Un beso

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  2. Pues a mi ahora me tiene intrigada el chico (que raro para mi) y no se acuerda de que se calló al suicidarse..- bueno por lo menos que no lo vuelva a intentar y que disfrute de la vida jaja
    Me gusta mucho la historia la verdad así que espero que la sigas.
    Besos ;)

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  3. Me ha encantado!! Y el siguiente, ¿para cuándo?

    Besitos <33

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  4. Penélope Clearwater13 de agosto de 2013, 13:32

    Punto 1: "Reflexioné en si podía haber sido lo bastante gilipollas como para emborracharme y tirarme, pero no era una opción viable considerando que nunca me habían gustado esa clase de “Diversiones adolescentes” MORÍ
    Punto2: La madre me cae mal.
    Punto 3.¿Cómo que Superman? ¡¿CÓMO QUE SUPERMAN?! QUÉ PASA CON BATMAN?????


    Pene.

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  5. Wao... estoy llena de emociones encontradas en mi pecho... acabo de descubrir tu blog y seguiré leyendo... no puedo parar!!!!!

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