martes, 30 de julio de 2013

Capítulo 2: El duendecillo.




El séptimo día de mi idílica estancia en el maravilloso hospital de San James, los médicos consideraron que necesitaba ayuda psicológica antes de volver a la rutina. Por supuesto no iba a salir de allí aún, ni mucho menos… Pero debía levantarme de la cama e ir a rehabilitación. Y temían que aquello me hiciera caer en una larga y profunda depresión que culminaría conmigo intentando acabar con mi vida ¿No es irónico?

A las una en punto del medio día, después de remover un poco lo que bauticé como “Pollo seco con sabor a nada”, se presentó en mi habitación un hombre de aspecto gracioso. Bajito, pelirrojo y muy delgado. Llevaba una corbata muy llamativa de lunares azules y prometo que al ver su nariz, pensé que era postiza… Pero no, solo era anormalmente grande.

Me sonrió desquiciadamente y se acercó hasta mi cama. Yo ya tenía un aspecto un poco más “decente”. Me habían dejado ducharme en condiciones, y tenía puesto un chándal gris muy favorecedor, regalo de mis amigas. En otro tiempo, quizá me hubiera quedado bien, pero ahora era un saco rodeando a un cuerpo demacrado –El mío-. Si me mirabas durante mucho tiempo, incluso podías pensar que era el fantasma de la 313.


Aunque dejemos de lado mi apariencia, y centrémonos en otro capítulo más de la historia titulada <<Sé fuerte>>.

                -Encantado de conocerte por fin, Erín, soy Jerry ¿Cómo estás?-Preguntó, sentándose en el borde de MI cama.

                -Pues bien… Bueno, estoy un poco… cagada, a decir verdad-Me tapé la boca con la mano y cerré los ojos, aunque no podía hacer nada que se borrara la palabra que acababa de decir-Perdón…

El tal Jerry produjo una sonora carcajada y me dio unas palmaditas en el brazo.

                -Tranquila, tranquila… No quiero que te avergüences de decir lo que te sale del ALMA-Para la última palabra abrió los brazos y levantó la mirada hacia al techo. Era más raro a cada minuto que pasaba-Me han contado lo que te pasó… Ha tenido que ser muy duro… ¿Qué tal llevas lo de despertarte en un hospital, que te digan que has estado en coma y que te enteres de que te falta un pulmón y, prácticamente, dos piernas?

Una bala directa al pecho. Así fue la pregunta. Tragué saliva, pensando en que me iba a poner a llorar por su crueldad intolerable, pero sabía que esa era su intención, así que continué firme y sonreí.

                -La verdad es que ahora mi pulmón solitario tiene más espacio para respirar a sus anchas…-Comencé a decir con normalidad- Con respecto a mis piernas, siempre he tenido curiosidad por saber cómo aprendemos a andar… Todos sabemos (O sabía)-Me reí con ganas y suspiré-, pero nadie recuerda sus comienzos ¿No? Intento encontrar mis propias y absurdas filosofías. Me ayudan a no caer en la depresión.

Quería quitármelo de encima… Por desgracia, se notaba a la legua cuales eran mis intenciones. Había sobreactuado y sí ese medicucho no era idiota, a esas alturas ya me habría calado.

Me observó durante un rato, escrutándome con sus diminutos ojos, sin decir nada. Después se aclaró la garganta y acercó una silla de ruedas a un lado de mi cama.

                -¿Sabes pasar de la cama a la silla sin ayuda?-Preguntó.

Me sentí como en una de esas películas de gangsters americanas, dónde al final hay un asesinato masivo. Me habían pillado y estaba a tiro, pero si iba a morir, estaba decidida a hacerlo de pie -O en la silla, en su defecto-. Así que asentí y comencé mi maniobra para salir de la cama.

Al principio iba bien, controlando mis piernas con la ayuda de mis manos… Pero no sé en qué momento, acabé de culo en el suelo, con un quince por ciento menos de dignidad, que se convirtió en un veinte cuando me levantó un hombre al que sacaba tres palmos.

Me dejó en la silla y me miró como si pudiera leerme la mente.

                -Erín, conmigo no vale hacerse la fuerte. Es un momento duro… Lo sé ¿Dónde están tus amigas?

Sí hubiera estado en una película de gangsters, ahora mismo estaría arrastrándome por el suelo de un almacén, desangrándome para llegar a mi pistola y conservar mi valía.

                -Mis amigas…-Dudé en decirle que tenían exámenes, pero era Julio y era otra mentira- Les dije que se pasaran por la noche.

                -No querías que te ayudaran-Culminó el medicucho, mirándome con ojos tristes.

                -No creo que sea tan sencillo. Es que son muy… dramáticas-Murmuré, mirando hacia la ventana. Ese duendecillo conseguía intimidarme.

                -Pues bien… Solo estamos nosotros y mi ayudante. No te lo tomes a mal, pero pesas lo tuyo-Bromeó y me pegó con el puño en el hombro.

Ya me caía mejor el duendecillo.

                -Créeme, me halaga-Admití y esbocé una sonrisita.

                -Ya volverás a estar en forma.

Arrastró mi silla por el pasillo mientras tarareaba una canción de Coldplay, “Viva la vida”. Me encantaba esa canción, pero era un insulto escucharla en un lugar como ese. Nos metimos en el ascensor hasta la cuarta planta –Pasados esos minutos ya me ponía enferma su tarareo-, y continuamos hasta llegar a una puerta grande con un letrero arriba que rezaba <<Sala de rehabilitación>>

Comencé a tener un nudo en el estómago. Y sí mis piernas se hubieran movido, estarían temblando. Apoyé el codo en el brazo de la silla e incliné la cabeza para tocarme la cicatriz con disimulo, intentando que no se notara que me ponía pálida aquél sitio.

                -¿Qué esperamos?-Pregunté, al ver que no entrábamos.

                -He quedado aquí con mi ayudante… Se llama Liam. Seguro que te cae muy bien, es inglés.

                -¿Los ingleses no son puntuales?

                -Mi querida Erín… tu humor cada vez me gusta más-Me respondió, estrechándome el brazo derecho. Agradecí estar de espaldas y no poder ver su gesto victorioso.

Y esperamos... durante varios minutos en los que aquel ser diminuto seguía cantando. 

                -¡Jerry!-Dijo una voz a nuestra espalda.

                -¡Liam, ya pensé que no venías!-Exclamó emocionado el duendecillo.

                -¿Cómo iba a perderme esto?-Repuso el tal Liam.

Notaba como me enfadaba cada vez más. Era el colmo que verme así resultara divertido ¿O acaso querían pasar un buen rato a mi costa? Inhalé una gran cantidad de aire con ayuda de mi pulmón solitario y aguanté el chaparrón, dispuesta a explotar si llegaban al punto.

                -Liam, te presento a Erín.

Mi silla dio la vuelta en contra de mi voluntad, obligándome a enfrentarme con el “Digno ayudante, Liam” Alcé la vista y lo vi… Me cambió el gesto radicalmente y odié estar en la silla.

El tal Liam llevaba un pijama del hospital, así que caí en la cuenta de que debía estar enfermo. Pero no fue eso lo que me hizo cambiar mi expresión. Era guapo… Definitivamente, era muy guapo, a pesar de la cicatriz de su pómulo derecho. Sus ojos me dejaron muda, prácticamente. De un azul extraño, como el del agua de la playa cuando está muy cristalina. Alto y algo delgado, debía medir un metro noventa aproximadamente. Para rematar, su alborotado pelo color miel, era el sueño de cualquier mujer… Estuve a punto de preguntarle qué champú usaba para tener el cabello tan brillante.

Embobada… Me sonrió, enseñándome su impactante sonrisa y yo le devolví el gesto (Con una cara absurda)

                -Erín, este es Liam.

Me estrechó la mano con energía.

                -Encantado, Erín-Me saludó- Todo el hospital habla de ti.

Me puse roja como un tomate. Así que, era la comidilla del hospital… Y ni me había enterado. El coma ayudaba. 

                -Es lo que tiene caerte de un acantilado y que te rescaten heroicamente-Respondí con sequedad-Cuando acabemos, puedo firmaros un par de autógrafos a los dos.

                -Ya habrá tiempo para eso-Dijo el duendecillo- Liam tuvo un accidente de moto, pero conserva sus fuerzas.

                -¿Y por qué no estás en casa?-Pregunté.

                -En realidad, me voy mañana… Pero tenía un pase vip para conocer a la joven que se calló por un acantilado y sobrevivió-Contestó Liam.

                -¿Tengo pinta de Harry Potter?-Pese a ser guapo, me caía de pena. Me puse todo lo antipática que pude, pensando una buena cosecha para soltarle-Mira, no sé qué clase de terapia es esta… Y sí queréis, admito delante de los dos que fui una patosa y que me caí… Que no recuerdo que hacía allí para que me pasara eso ¡Y que hay un muchacho en coma por mi culpa! Para que puedas apuntarlo en tu puto libro de psicología de mierda. Ahora tengo que ponerme a hacer ejercicios porque mis piernas han decidido darse unas vacaciones y ¡Ah, se me olvidaba! Tengo un pulmón ¿Soy lo bastante graciosa para vosotros?

La boca me sabía a veneno y me ardía el pecho, como si llevara un minuto sin respirar. Jadeé - con dignidad-, intentando respirar con normalidad y creo que mientras, mis “Queridos acompañantes” estaban en shock.

                -Esa es la reacción que buscaba-El duendecillo se agachó junto a mi silla y me cogió la mano-Esta es la primera reacción fuerte desde que despertaste ¿Cómo te sientes?

Lo odiaba. Odiaba a ese puñetero duende, pero tenía razón… Estaba mucho mejor. Me había quitado un enorme peso de encima. En todos esos días, había evitado enfadarme y ahora que había explotado, era una sensación liberadora.

                -Cansada… Pero, tengo que admitir… que mejor-Sonreí levemente y me sentí fatal por todo lo que había dicho-Lo siento… No quería decir todo eso.

Les miré. Ambos estaban muy concentrados en mí.

                -No pasa nada-Dijo Liam-Aunque espero que sepas que nunca llegarás a ser Harry Potter.

                -Ni lo había insinuado-Contesté divertida. Era la primera vez desde que estaba en el hospital que me reía. Y lo hice porque algo me hacía gracia, no para que los demás se sintieran bien.

                -Pues pasemos entonces… Tenemos una hora muy intensa por delante-Me animó el duendecillo, levantando una mano en dirección a Liam para que la chocara y luego, hizo lo mismo conmigo. Era ridículo, pero lo hice… No estaba mal mostrar un poco de entusiasmo.

Aunque me duro muy poco.

Los dos se sentaron en un banco de madera de la sala mientras yo, hacía lo que me decía mi rehabilitador… Al principio, todo fueron masajes y movimientos que me hacía tumbada en una camilla. Todo iba bien… Hasta que tuve que empezar con la fuerza en los brazos.

Me levanté de la silla, apoyándome en esas dos barras y ya estaba agotada. Mis extremidades inferiores colgaba de mí y ni se esforzaban en seguir erguidas, y las superiores eran endebles y no soportaban tanta carga. Mi cerebro no ayudaba nada, insistiendo en que iba a romperme.

Poco a poco pude conseguir que mis piernas se movieran un poco hacia delante. Juro que nada me había resultado tan costoso como eso. Al segundo me caí al suelo.

Quería salir de allí y llorar porque no quería seguir… Pero no me quedaba de otra. Era yo, tenía que ser valiente por mi ¿Quién lo iba a ser sino?

Me cogieron entre el rehabilitador y Liam –Resultaba insultante que fuera tan inútil que no pudiera levantarme sola- y me apoyaron de nuevo. Un paso y adiós. Y otra vez, un paso y al suelo. Así hasta cuatro veces. Era frustrante y por primera vez supe lo que era vivir con un solo pulmón. Pese al mareo, seguí (Mi cerebro y yo somos muy cabezotas). Lo repetí: Me levanté, un paso… Y esta vez caí sobre la barra de hierro para no llegar al suelo ni a los brazos de mis acompañantes.

Lo que paso, fue que no recordaba que aún tenía los puntos… Y que el golpe lo recibí de lleno ahí. Sí, soy idiota y orgullosa... Así que, aunque me cogieron, volví al suelo sin apenas aliento y lloré… Grité por ser tan gilipollas.

                -Quiero parar…-Supliqué tendida en el suelo.

El duendecillo estaba a mi lado y me acarició la frente, como un gesto paternal, mientras sonreía. Después me quitó uno de los botones del pijama y observó mi cicatriz.

                -Mierda, se te han abierto un poco los puntos.

Recuperé las fuerzas y me incorporé… Otra vez haciéndome la fuerte.

                -Erín, quédate en el suelo-Me ordenó el rehabilitador-Nosotros te levantamos.

                -Claro…-Susurró el tal Liam y se me agachó junto a mí-Rodeo mi cuello con tus brazos.

Iba a protestar –Como no- pero no lo hice y obedecí. Rodeé su cuello y me levantó sin esfuerzo. Era demasiado guapo para lo imbécil que me resultaba… Y olía genial.

                -¡Ay! Joder… -Me quejé de camino al ascensor. La herida me sangraba, estaba sudando… Pero comencé a reírme con ganas-Es patético.

                -¿Qué?-Preguntó Liam.

                -Yo-Suspiré y aguanté el nudo que subía por mi garganta- ¿Podíais llevarme a ver a…?

Me quede callada porque ni siquiera conocía su nombre.

                -Se llama James-Dijo Jerry-Y no creo que sea buena idea aún.

Observé mi reflejo en el espejo ¿De verdad tenía el pelo tan mal? Mi pelo, del que nunca me preocupaba porque tenía una gracia natural, que aunque lo peinaras, siempre tenía unas graciosas ondas… Estaba en un estado tan lamentable como el mío. Sin brillo, ni cuerpo… Y al ser muy oscuro, parecía sucio.

Liam me estaba mirando, y cuando lo pillé, desvió la mirada hacia otro lado. Pero seguí observando –Más bien observaba su pelo- hasta que noté que lo incomodaba.

                -¿Qué champú usas?-Cuestioné. Era imposible que tuviera el pelo tan bonito.

Frunció el ceño y sonrió.

                -¿Champú? Pues… Ahora mismo no lo recuerdo-Contestó él, extrañado. 

                -Pásame el nombre cuando lo tengas, quizá arregla mi estropicio… O no. A lo mejor estaría más guapa si me lo rapara y viviera de las pelucas. Aunque no es buena idea si consideramos que parecería enferma.

                -Cuando salgas te regalaré un día en un centro de belleza-Terció Jerry.

Acepté su ofrecimiento porque en realidad, me agradaba la idea de entrar en un sitio así y salir siendo una persona completamente diferente. Parecido a los programas de televisión que le gustaban a mi madre.

                -Tampoco creo que lo necesites-Añadió Liam, muy serio-No tienes tan mala cara.

                -Gracias, Liam… Pero últimamente no hago caso a ese tipo de halagos. En un hospital te hacen muchos.

                -No es un halago… Además, la cicatriz te sienta bien… No es la de Harry, pero es un comienzo-Bromeó.


Después de coserme como a un mantel, el duendecillo y su ayudante se quedaron en la habitación, charlando conmigo. Su compañía, era soportable -Bueno, la verdad es que me gustaba su compañía- Hasta que los narcóticos que cené, me hicieron desaparecer poco a poco de la habitación, mientras Jerry contaba algo sobre uno de sus pacientes.

Cuando desperté, seguían allí, hablando con mis amigas. Era reconfortante escucharles en ese estado de somnolencia… Pero me fui de nuevo, sin que se enteraran que había vuelto brevemente, aunque antes, escuché una extraña conversación.

                -¿Eso es lo que vais a hacer?-Preguntó Alana-Creo que es más lista que eso.

                -¡Contad con nosotras!-Exclamó Fiona entusiasmada.

                -Genial… James nos ayudará-Añadió Jerry.


Quise seguir escuchando, pero fue imposible. Aunque ciertamente, nunca me imaginé que lo que planeaban, fuera lo que planeaban…

4 comentarios:

  1. Me ha gustado el capitulo y el final me ha dejado muy intrigada. Espero que cuelgues pronto.
    Un beso

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  2. Ya me enganchó tu historia
    y cuál sería el plan están tramando :-/ me dejas intrigada jajajaja muy bonita historia y a seguir las dos

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  3. Dos capítulos y ya siento que tu historia vale la pena. Me gusta bastante tu estilo de escribir, un beso.
    P.D: Te sigo

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  4. Penélope Clearwater13 de agosto de 2013, 13:44

    Una bala directa al pecho. Así fue la pregunta. MA NCANTAÓ
    champús,coldplay,sólo falta Harry Potter...OH WAIT
    jajajajjaja ma enantaó

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