El Éxtasis. Lo
rocé aquella noche con la punta de los dedos. No era el mayor grado que se
experimenta del éxtasis, puesto que siempre se puede ser más feliz, más
afortunada… Pero después de lo que había soportado, tener algo de esa dulce y
placentera sensación por pequeña que fuera era… agradable. Aunque fuera gracias
a unos Martinis.
Todo lo bueno
dura poco. Una frase simple, con cinco palabras simples que significaba una de
las verdades más absolutas en este mundo. Y aquella mañana me cercioré de ello.
No existía un atisbo, por más pequeño que fuera, de cualquier emoción agradable
en mi cuerpo. Mis entrañas parecían estar librando una batalla épica con
espadas, lanzas, escudos, caballos y catapultas, que desembocaron en una
situación rocambolesca cuando hundí mi cabeza en el váter para vomitar.
Sí. Una resaca en
todo su esplendor.
Estaba tirada en
el suelo del baño y mis brazos aún se abrazaban al inodoro como si fuese mi
única salvación en este mundo. La desesperación me hizo llegar hasta allí por mí
misma, usando un método muy popular entre los reptiles… Arrastrarse.
Justo cuando creí
que no podía ir peor mí mañana pos cumpleaños, llamaron un par de veces a la
puerta del baño. Mi acción inmediata fue lanzarme contra la madera, alzar el
brazo (que por suerte era lo bastante largo) y cerrar el pestillo.
-Erín, soy yo-dijo la voz de
James.
Mi suerte me hizo
un corte de mangas. Claro que era él… Últimamente siempre era él. Quería que se
fuera y me dejara en mi devastador estado, sola.
-Sí… ¿Qué quieres?-respondí con
voz tensa.
-He venido a llevarte a
rehabilitación ¿Estás bien?
No respondí inmediatamente, estaba ocupada vomitando de nuevo.
No respondí inmediatamente, estaba ocupada vomitando de nuevo.
-¡Sí! Pero… Voy a darme un baño.
Vete si quieres, puedo ir con la enfermera
Rogué porque dijera que sí y no lo viera más en todo el día.
Rogué porque dijera que sí y no lo viera más en todo el día.
-No. Esperaré aquí fuera
¿Necesitas ayuda? ¿Quieres que llame a alguien-preguntó pausadamente, en voz
más baja.
-No…
Accioné el grifo
del agua caliente y esperé a que se llenara la bañera. Me desnudé incómoda, sabiendo
que estaba detrás de la puerta, esperándome… Me metí desgastando la fuerza de
mis brazos, agradeciendo a la vez el contacto del agua que me espabilaba y
hacía que notara la ardiente cicatriz quejándose a gritos.
No pude disfrutar
todo lo que me hubiera gustado por la maldita rehabilitación. Así que salí al
cabo de un rato. Entonces me di cuenta de que no tenía ropa dentro, como era de
esperar. Maldije por lo bajo y me envolví en la toalla. Me arrastré de nuevo a
la puerta y la abrí mientras mis mejillas se coloreaban notablemente. Un show.
James estaba
sentado en el sillón, leyendo un libro con las piernas sensualmente cruzadas.
Tenía el ceño fruncido, inmerso en la lectura… Tan guapo como siempre. Llevaba
vaqueros y una camiseta blanca. Y su pelo rubio –despeinado pero perfecto- me
atrevería a decir que me miraba por encima del hombro. Sí, su pelo se burlaba de mí con su perfección casual. Levantó la mirada del
papel y abrió mucho los ojos en mi dirección. Observé como se detenía unos segundos más en mi pecho y me percaté de que se me veía la cicatriz (horrorosa y nada morbosa cicatriz). Se levantó alarmado y levanté el
brazo para hacerle ver que estaba bien, al tiempo que me tapaba hasta el cuello.
-Sólo quiero mi ropa.
Señalé la ropa de
encima de mi cama con un movimiento de cabeza. James la cogió y la observó
antes de dármela. Claro, lo que había colocado encima del chándal eran unas bragas, genial.
-Bonito encaje-murmuró y se
agachó a mi lado-¿Necesitas ayuda?
Estaba tirada en
el suelo con una toalla como única ropa… Por supuesto él no lo decía como algo
picante, era demasiado perfecto para eso, pero aun así estaba de resaca y lo
fulminé con la mirada. James se aclaró la garganta y se incorporó dejando escapar
un suspiro.
Esa sería la
primera vez en el día que le haría sentirse mal.
***
El duendecillo
nos esperaba junto a las escaleras. James aceleró el paso y noté como
aumentábamos la velocidad hasta llegar a él. Jerry ni me miró, se acercó a
James y le dijo algo al oído.
-¿Qué pasa?-pregunté extrañada.
No hubo respuesta,
ni un solo gesto dirigido a mí. Seguimos por el pasillo, pero pasamos el ascensor.
Me removí en la silla y les observé… Ninguno parecía notar mi presencia.
-¿Hola? ¿Queréis explicarme…?-comencé
a impacientarme, entrando en las primeras fases de mi enfado.
Pero entonces,
entramos en una habitación. No tenía ningún letrero, ni ningún número. Sólo
estaba oscuro, olía a humedad y era estrecha, rozando lo claustrofóbico. Pude
vislumbrar unas estanterías llenas de suministros médicos, nada más.
-¿Me vais a matar y vender mis
órganos al mercado negro?
-Cállate un momento,
Erín-Susurró Jerry.
Ninguno me
miraba. Estaban concentrados en el móvil de Jerry, observando la pantalla
fijamente, hasta pensé que podía salir un genio de ella. Ya puestos. Cansada de esperar,
miré hacia abajo y resople varias veces.
-¡Tenemos confirmación!-Gritó
Jerry y me tiró un camisón de hospital muy feo-Póntelo, corre. No hay mucho tiempo… Esto que hacemos es muy cuestionable.
Me quede boquiabierta,
fruncí el ceño y negué. Claro que no iba a hacerlo… Ni siquiera sabía lo que se
proponían las perturbadas mentes que me acompañaban. Y yo era yo, y eso
implicaba tener que saber todos los detalles de lo que fuera que estaban
tramando conmigo.
-Vamos a llevarte a la consulta
de la doctora Sanders. Tiene un hueco para examinarte antes de las doce. Aún te
atiborran a antibióticos y hace poco que te operaron así que no querrán que
salgas. Por eso tenemos que convencerla de que… estás medianamente bien para
ser atendida en casa y que un día más aquí hará que empeores, psicológicamente
hablando-explicó el duendecillo en tono calmado.
Mi expresión
debió parecerles cómica, pues sonrieron y James prosiguió;
-Además, el aspecto resacoso te da mayor credibilidad.
Quería irme de
allí… Odiaba el hospital como cualquiera que no estuviese allí por placer. Las
horas en esas paredes pasaban el doble de lentas que en cualquier otro lugar y,
aunque algunas personas sueñen con eso, pasarse en la cama todo el día no era
divertido. Sonreí un poco ante la idea de irme ese mismo día, pero entonces,
caí en la cuenta de que no podía irme. Por supuesto que no quería irme.
-No puedo-Murmuré agachando la
cabeza.
-¿Qué? ¿Por qué?-Preguntó James
y me cogió de los hombros-Erín, hablaremos con la doctora y...
-No quiero irme.
Como una tonta,
me eche a llorar. Por muy desagradable que fuera ese sitio, había ganado cierta
estabilidad. Conocía a los médicos, a las enfermeras, los celadores… Sabía que
no tenía que comerme la carne de pollo de los martes, pero que la salsa estaba
buena y que la gelatina era mejor de melón que de fresa. Todo mejor que la otra opción.
¿Irme con mis
padres y empezar de nuevo? Sería como volver a suicidarme, solo que más lento y
agónico. Y no es que no les quiera, pero una de las virtudes principales de mis
padres es ser ultra pesados, virtud que no soporto desde los quince años. No
estaba dispuesta a pasar por ahí… Al menos no tan pronto.
Me limpie las
lágrimas y cogí aire, porque resultaba doloroso incluso llorar. James y Jerry
ni me tocaron, cosa que agradecí porque era de las que prefería sufrir sola,
sin palmaditas en la espalda.
-Os agradezco esto, pero si
puedo alargarlo… Lo haré. No estoy bien para irme-Mentí, ocultando mis
verdaderas razones como la cobarde que era.
-Señorita Roach, la llevaremos
para que la examine de todos modos-Sentenció Jerry. Colocó su mano en mi hombro
y lo estrechó-Ponte esto, por favor.
El duendecillo
era terco, no más que yo, claro… Aunque teniendo la mirada taciturna de James
de su lado, me ganaba sin esfuerzo. La carne es débil... Así que, en un rato me vi metida en un tubo que emitía
un ruido horroroso por su culpa, además de otras tantas torturas.
Después de las
pruebas eternas, James me llevó a la habitación. Estaba hablándome de la
enfermera que les regalaba tarta de chocolate a los niños de la tercera planta
en secreto, mientras me metía en la cama. Yo le escuchaba parcialmente… Me
temblaba el cuerpo y estaba agotada. Sólo eran las tres de la tarde y ese medicucho
ya me había dejado así.
Puto duendecillo del demonio.
Puto duendecillo del demonio.
-Odio… A ese duende de…-me quejé
con asco.
-Eres muy dura con él-se sinceró
James, con su habitual gesto amable. Su ridículo gesto perfecto, que me hizo sentir la persona más
terrible de la tierra.
-Quiere matarme…
-Anoche se cabreó mucho por la
tontería que hiciste y la pagó conmigo. Dice que estás en una fase peligrosa y
que necesitas un cambio de aires.
Me dieron una
bofetada invisible en la mejilla… Se suponía que emborracharme era sinónimo de
estar en una fase peligrosa y no me convenía ¿Y sí me metían en una residencia
para gente loca? Sí, lo de las camisas atadas a la espalda y los gritos nocturnos. Sí. Un manicomio. Y ni siquiera sabían que había intentado suicidarme,
algo que nunca tenían que averiguar. Me estaba mareando. Mi vida se fragmentaba
en muchas partes y ninguna era mía.
-Sólo bebí un poco-me defendí.
-¿Desmayarte en mis brazos es
poco?-preguntó James, en una mezcla de incredulidad y enfado totalmente
comprensible-después de soltar varias cosas.
Avergonzada,
agaché la mirada… Lo que me quedaba para terminar mi caída en picado era que él
pensara que estaba loca. O que me tiraban las drogas y el alcohol. Ay, el alcohol y su efecto en mí.
-¡James, no estoy loca! Ayer
estaba muy sola y la gente no dejaba de hablar de mí… Bebí y me sentí mejor.
Se giró y resopló
negando y deslizando sus dedos nerviosos por la frente.
-¿Era la solución, Erín?
-¡Quizás no tenía otra! Bueno... además ¿Qué importa? ¿Qué te importa a ti?
De repente, vino
hacia mí con decisión, me cogió de los hombros y clavo sus ojos azules en los
míos. Me resultó incluso doloroso ver como sus pupilas se dilataban comiéndose
poco a poco el iris. De un guapo que duele. Aguantó la respiración y después sus labios se abrieron
con suavidad. Y yo, embobada claro.
-Siempre hay otra opción. No
seas terca. Siempre amanece...-susurró él con esa voz tan suya. ¿De dónde habían sacado a este tío?
Pensé sus dos
últimas palabras y quise acercarme más a él, cerrarme en sus brazos… Y
apoderarme de esos carnosos labios que, hipnotizada y adormilada, no podía dejar
de mirar.
-¡Tenemos el alta!-gritaron
desde la puerta. Era mi enfermera.
James me soltó
tan rápido como me había cogido y se apartó de mi lado para que la enfermera se
acercará a mi cama.
-¡Mañana podrás irte, Erín!-gritó. Y claro, no supe como reaccionar- ¡Sonríe muchacha!
Las náuseas
subieron por mi garganta y tragué saliva para mentir y aparentar que la noticia
era algo maravilloso. Sonreí de oreja a
oreja y la abracé con fuerza.
-Gracias… ¡Es, es
genial!-exclamé. James me dedicó un gesto que dejaba claro que yo era una
persona horrible y observé como la puerta se cerraba tras él.
-Tienes que llamar a tus padres-Continuó
la enfermera- Quizá puedan coger un avión esta noche… O mañana ¿Quieres que
llame a tus amigas? Verás que alegría les das.
Estaba hablando
demasiado. Tenía ganas de empujarla y sacarla de la habitación a la fuerza,
pero me contuve y negué aún con esa falsa y dolorosa mueca de felicidad en los
labios.
-Luego les llamaré… Ahora… Llevo
unas horas con las pruebas… Estoy cansada.
-¡Claro, claro! Duerme un poco.
Cuando me quedé
sola, volví a tenderme sobre las almohadas y miré hacia la ventana. Estaba
empezando a llover con fuerza y el día estaba teñido de matices grises y
oscuros. Un día de los que prefieres ver desde dentro, con una buena película
en blanco y negro y algo caliente. Cosas que no tenía.
Después de los
Martinis, el alta y el encontronazo con el señor Superman -porque eso era-… Necesitaba dormir
durante horas y despertarme al día siguiente. No tener ni despedidas, ni
insoportables esperas en el aeropuerto. De repente, vislumbré un pequeño
paquete envuelto en un flamante y brillante papel de regalo rojo. Literalmente,
me lancé a por él y arranqué el envoltorio. Era un libro de Francis Scott Fitzgerald;
<<El gran
Gatsby>>
Tenía un post-it
pegado en la pasta:
<<Lo de las
oreos era broma. Feliz cumpleaños>>
Mis labios se
levantaron hacia arriba por si solos y acaricié la cubierta con los dedos. Era
viejo y las páginas habían adquirido un tono amarillento. Lo abrí y leí la dedicatoria escrita en una elegante caligrafía. Casi me ahogué cuando vi la firma del
mismo Fitzgerald junto a la frase; “A un gran amigo”.
Noté un
escalofrío por todo el cuerpo. El hecho era simple: Me acababa de entregar un
ejemplar de un libro que, casualmente, era mi favorito… Y no era un ejemplar cualquiera,
sino uno de los años treinta.
Me di cuenta de que había algo que no entendía ¿Cómo había llegado a ese
punto? ¿Cómo no me había dado cuenta de la situación? James cegado con lo que
creía que era yo, mí idealizada persona en su trastocado recuerdo… intentando
por todos los medios que siguiera siendo lo que él creía que era real.
Alejándose de mi más absoluta realidad. Porque yo era, sin lugar a dudas,
siendo suave conmigo misma, lo peor que una persona podía tener a su lado. Y
sin embargo, me regalaba un libro que quizá había pertenecido a su tatarabuelo.
Recordé lo que me había movido a querer besarle… A todo aquello que no entendía
sobre el magnetismo humano y las atracciones imparables que adornaban páginas
de viejas novelas. Todo lo que yo creía un mito, por lo que me había
reído incontables veces, se volvía en mi contra con una agilidad desmesurada.
¿Era posible que me gustara un poco bastante el señor Superman?
Me ha encantado el capítulo Jane. Espero que el siguiente esté pronto.
ResponderEliminarUn beso
No sé por qué, pero a este capítulo le he encontrado cierto encanto (más que a los demás, que ya es decir).
ResponderEliminar¡Un beso! <3
No soy tu Superman, solo soy un hombre que te quiere enamorar (8) jajaja
ResponderEliminarPerdón es que no he podido evitar pensar en la canción de Bustamante :P
Qué buen capítulo ^^ Así da gusto esperar todo el tiempo del mundo :) Erín es un personaje que me sigue sorprendiendo, aunque no tanto como James. Ése chico es misterioso, pero sobre todo generoso y bueno con Erín ^^ Es nuestro Superman <3 *.*
Besos Jane
En fin, ni hace falta comentar otra vez lo genial que está el capítulo, pero te quería decir que te he nominado a un premio en mi blog ^^ Pásate si quieres y míralo; ¡un beso! :*
ResponderEliminarEn serio, adoro este blog. La historia es increíble, es perfecta. CÓMO, ESCRIBES, ASÍ, DE, BIEN. DE GENIAL. JO. AERDEGEWFHGREFJG Que sepas que también adoro al señor Superman, así como dato... Jo, Jane, necesito el siguiente capítulo, y el siguiente, y el siguiente y todos. Necesito saber qué va a pasar wedthfrhwfgr
ResponderEliminarGenial. Sencillamente perfecto.
Un besito, cielo. <3
me encanta tu blog y tus capítulos en especial. la hist6oria es preciosa.
ResponderEliminarespero que os paseis por mi blog : www.lovelystoryoflove.blogspot.com
me encanta tu blog y tus capítulos en especial. la hist6oria es preciosa.
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