-Echo de menos
ciertas cosas. Mi vida normal, el estrés de la universidad… Vivir sola. Bailar
los sábados por la mañana, tomar varias dosis de cafeína en vez de tantas
pastillas para dormir. Comer porquerías, ¿Nadie se ha preguntado porque en esa
casa sólo hay comida sana? Quizá, salir por la noche…
Bien, había
dicho mi discurso, manteniendo los ojos fijos en el suelo. Y ahora, tenía que
levantar la cabeza y ver sus reacciones… Esperando que algunas de mis confesiones hubieran arrancado un poco de humor.
Por lo visto
me equivocaba. Ni un ápice de risa.
Cuando me
enfrenté a ellos y dejé de maltratar al césped, descubrí que no era tan
graciosa como creía y que había logrado lo contrario. Un desastre de proporciones épicas.
Sus caras de lástima eran insultantes, y me hicieron replantearme el juego, el haber aceptado, el
ser tan tonta… Por supuesto que no importaba nada lo que ellos hubieran dicho,
porque en realidad el plan estaba diseñado especialmente para mí. Para que
siguieran hondando en mi personalidad de mierda, chafada y con estrías.
No les había
quedado otra que pensar una idiotez de esta envergadura, para seguir con mi
análisis exhaustivo. En aquel momento me sentí como una chica encerrada en tubo de ensayo.
Claro que
también fue un pensamiento bastante exagerado (lo sé), por lo que lo controlé y
decidí que lo mejor era pasar a la siguiente ronda. Jugar sucio. Sin ningún
tipo de piedad. Sacar a la bestia que habitaba en mi interior, a la mente
calculadora y perversa que no iba a soportar ser la víctima lisiada y
avergonzada de la excursión.