jueves, 5 de septiembre de 2013

Capítulo 4: La primera caída del imperio de hielo.





El Éxtasis. Lo rocé aquella noche con la punta de los dedos. No era el mayor grado que se experimenta del éxtasis, puesto que siempre se puede ser más feliz, más afortunada… Pero después de lo que había soportado, tener algo de esa dulce y placentera sensación por pequeña que fuera era… agradable. Aunque fuera gracias a unos Martinis.

Todo lo bueno dura poco. Una frase simple, con cinco palabras simples que significaba una de las verdades más absolutas en este mundo. Y aquella mañana me cercioré de ello. No existía un atisbo, por más pequeño que fuera, de cualquier emoción agradable en mi cuerpo. Mis entrañas parecían estar librando una batalla épica con espadas, lanzas, escudos, caballos y catapultas, que desembocaron en una situación rocambolesca cuando hundí mi cabeza en el váter para vomitar.

Sí. Una resaca en todo su esplendor.

Estaba tirada en el suelo del baño y mis brazos aún se abrazaban al inodoro como si fuese mi única salvación en este mundo. La desesperación me hizo llegar hasta allí por mí misma, usando un método muy popular entre los reptiles… Arrastrarse.

Justo cuando creí que no podía ir peor mí mañana pos cumpleaños, llamaron un par de veces a la puerta del baño. Mi acción inmediata fue lanzarme contra la madera, alzar el brazo (que por suerte era lo bastante largo) y cerrar el pestillo.

                -Erín, soy yo-dijo la voz de James.

Mi suerte me hizo un corte de mangas. Claro que era él… Últimamente siempre era él. Quería que se fuera y me dejara en mi devastador estado, sola.

                -Sí… ¿Qué quieres?-respondí con voz tensa.

                -He venido a llevarte a rehabilitación ¿Estás bien?

No respondí inmediatamente, estaba ocupada vomitando de nuevo. 

                -¡Sí! Pero… Voy a darme un baño. Vete si quieres, puedo ir con la enfermera

Rogué porque dijera que sí y no lo viera más en todo el día.

                -No. Esperaré aquí fuera ¿Necesitas ayuda? ¿Quieres que llame a alguien-preguntó pausadamente, en voz más baja.

                -No…

Accioné el grifo del agua caliente y esperé a que se llenara la bañera. Me desnudé incómoda, sabiendo que estaba detrás de la puerta, esperándome… Me metí desgastando la fuerza de mis brazos, agradeciendo a la vez el contacto del agua que me espabilaba y hacía que notara la ardiente cicatriz quejándose a gritos.

No pude disfrutar todo lo que me hubiera gustado por la maldita rehabilitación. Así que salí al cabo de un rato. Entonces me di cuenta de que no tenía ropa dentro, como era de esperar. Maldije por lo bajo y me envolví en la toalla. Me arrastré de nuevo a la puerta y la abrí mientras mis mejillas se coloreaban notablemente. Un show. 

James estaba sentado en el sillón, leyendo un libro con las piernas sensualmente cruzadas. Tenía el ceño fruncido, inmerso en la lectura… Tan guapo como siempre. Llevaba vaqueros y una camiseta blanca. Y su pelo rubio –despeinado pero perfecto- me atrevería a decir que me miraba por encima del hombro. Sí, su pelo se burlaba de mí con su perfección casual. Levantó la mirada del papel y abrió mucho los ojos en mi dirección. Observé como se detenía unos segundos más en mi pecho y me percaté de que se me veía la cicatriz (horrorosa y nada morbosa cicatriz). Se levantó alarmado y levanté el brazo para hacerle ver que estaba bien, al tiempo que me tapaba hasta el cuello.

                -Sólo quiero mi ropa.

Señalé la ropa de encima de mi cama con un movimiento de cabeza. James la cogió y la observó antes de dármela. Claro, lo que había colocado encima del chándal eran unas bragas, genial.

                -Bonito encaje-murmuró y se agachó a mi lado-¿Necesitas ayuda?

Estaba tirada en el suelo con una toalla como única ropa… Por supuesto él no lo decía como algo picante, era demasiado perfecto para eso, pero aun así estaba de resaca y lo fulminé con la mirada. James se aclaró la garganta y se incorporó dejando escapar un suspiro.

Esa sería la primera vez en el día que le haría sentirse mal.


***


El duendecillo nos esperaba junto a las escaleras. James aceleró el paso y noté como aumentábamos la velocidad hasta llegar a él. Jerry ni me miró, se acercó a James y le dijo algo al oído.

                -¿Qué pasa?-pregunté extrañada.

No hubo respuesta, ni un solo gesto dirigido a mí. Seguimos por el pasillo, pero pasamos el ascensor. Me removí en la silla y les observé… Ninguno parecía notar mi presencia.

                -¿Hola? ¿Queréis explicarme…?-comencé a impacientarme, entrando en las primeras fases de mi enfado.

Pero entonces, entramos en una habitación. No tenía ningún letrero, ni ningún número. Sólo estaba oscuro, olía a humedad y era estrecha, rozando lo claustrofóbico. Pude vislumbrar unas estanterías llenas de suministros médicos, nada más.

                -¿Me vais a matar y vender mis órganos al mercado negro?

                -Cállate un momento, Erín-Susurró Jerry.

Ninguno me miraba. Estaban concentrados en el móvil de Jerry, observando la pantalla fijamente, hasta pensé que podía salir un genio de ella. Ya puestos. Cansada de esperar, miré hacia abajo y resople varias veces.

                -¡Tenemos confirmación!-Gritó Jerry y me tiró un camisón de hospital muy feo-Póntelo, corre.  No hay mucho tiempo… Esto que hacemos es muy cuestionable.

Me quede boquiabierta, fruncí el ceño y negué. Claro que no iba a hacerlo… Ni siquiera sabía lo que se proponían las perturbadas mentes que me acompañaban. Y yo era yo, y eso implicaba tener que saber todos los detalles de lo que fuera que estaban tramando conmigo.

                -Vamos a llevarte a la consulta de la doctora Sanders. Tiene un hueco para examinarte antes de las doce. Aún te atiborran a antibióticos y hace poco que te operaron así que no querrán que salgas. Por eso tenemos que convencerla de que… estás medianamente bien para ser atendida en casa y que un día más aquí hará que empeores, psicológicamente hablando-explicó el duendecillo en tono calmado.

Mi expresión debió parecerles cómica, pues sonrieron y James prosiguió;

-Además, el aspecto resacoso te da mayor credibilidad.

Quería irme de allí… Odiaba el hospital como cualquiera que no estuviese allí por placer. Las horas en esas paredes pasaban el doble de lentas que en cualquier otro lugar y, aunque algunas personas sueñen con eso, pasarse en la cama todo el día no era divertido. Sonreí un poco ante la idea de irme ese mismo día, pero entonces, caí en la cuenta de que no podía irme. Por supuesto que no quería irme.

                -No puedo-Murmuré agachando la cabeza.

                -¿Qué? ¿Por qué?-Preguntó James y me cogió de los hombros-Erín, hablaremos con la doctora y...

                -No quiero irme.

Como una tonta, me eche a llorar. Por muy desagradable que fuera ese sitio, había ganado cierta estabilidad. Conocía a los médicos, a las enfermeras, los celadores… Sabía que no tenía que comerme la carne de pollo de los martes, pero que la salsa estaba buena y que la gelatina era mejor de melón que de fresa. Todo mejor que la otra opción. 

¿Irme con mis padres y empezar de nuevo? Sería como volver a suicidarme, solo que más lento y agónico. Y no es que no les quiera, pero una de las virtudes principales de mis padres es ser ultra pesados, virtud que no soporto desde los quince años. No estaba dispuesta a pasar por ahí… Al menos no tan pronto.


Me limpie las lágrimas y cogí aire, porque resultaba doloroso incluso llorar. James y Jerry ni me tocaron, cosa que agradecí porque era de las que prefería sufrir sola, sin palmaditas en la espalda.

                -Os agradezco esto, pero si puedo alargarlo… Lo haré. No estoy bien para irme-Mentí, ocultando mis verdaderas razones como la cobarde que era.

                -Señorita Roach, la llevaremos para que la examine de todos modos-Sentenció Jerry. Colocó su mano en mi hombro y lo estrechó-Ponte esto, por favor.


El duendecillo era terco, no más que yo, claro… Aunque teniendo la mirada taciturna de James de su lado, me ganaba sin esfuerzo. La carne es débil... Así que, en un rato me vi metida en un tubo que emitía un ruido horroroso por su culpa, además de otras tantas torturas.

Después de las pruebas eternas, James me llevó a la habitación. Estaba hablándome de la enfermera que les regalaba tarta de chocolate a los niños de la tercera planta en secreto, mientras me metía en la cama. Yo le escuchaba parcialmente… Me temblaba el cuerpo y estaba agotada. Sólo eran las tres de la tarde y ese medicucho ya me había dejado así.

Puto duendecillo del demonio. 

                -Odio… A ese duende de…-me quejé con asco.

                -Eres muy dura con él-se sinceró James, con su habitual gesto amable. Su ridículo gesto perfecto, que me hizo sentir la persona más terrible de la tierra.

                -Quiere matarme…

                -Anoche se cabreó mucho por la tontería que hiciste y la pagó conmigo. Dice que estás en una fase peligrosa y que necesitas un cambio de aires.

Me dieron una bofetada invisible en la mejilla… Se suponía que emborracharme era sinónimo de estar en una fase peligrosa y no me convenía ¿Y sí me metían en una residencia para gente loca? Sí, lo de las camisas atadas a la espalda y los gritos nocturnos. Sí. Un manicomio. Y ni siquiera sabían que había intentado suicidarme, algo que nunca tenían que averiguar. Me estaba mareando. Mi vida se fragmentaba en muchas partes y ninguna era mía.

                -Sólo bebí un poco-me defendí.

                -¿Desmayarte en mis brazos es poco?-preguntó James, en una mezcla de incredulidad y enfado totalmente comprensible-después de soltar varias cosas.

Avergonzada, agaché la mirada… Lo que me quedaba para terminar mi caída en picado era que él pensara que estaba loca. O que me tiraban las drogas y el alcohol. Ay, el alcohol y su efecto en mí. 

                -¡James, no estoy loca! Ayer estaba muy sola y la gente no dejaba de hablar de mí… Bebí y me sentí mejor.

Se giró y resopló negando y deslizando sus dedos nerviosos por la frente.

                -¿Era la solución, Erín?

                -¡Quizás no tenía otra! Bueno... además ¿Qué importa? ¿Qué te importa a ti? 

De repente, vino hacia mí con decisión, me cogió de los hombros y clavo sus ojos azules en los míos. Me resultó incluso doloroso ver como sus pupilas se dilataban comiéndose poco a poco el iris. De un guapo que duele. Aguantó la respiración y después sus labios se abrieron con suavidad. Y yo, embobada claro.

                -Siempre hay otra opción. No seas terca. Siempre amanece...-susurró él con esa voz tan suya. ¿De dónde habían sacado a este tío?

Pensé sus dos últimas palabras y quise acercarme más a él, cerrarme en sus brazos… Y apoderarme de esos carnosos labios que, hipnotizada y adormilada, no podía dejar de mirar.

                -¡Tenemos el alta!-gritaron desde la puerta. Era mi enfermera.

James me soltó tan rápido como me había cogido y se apartó de mi lado para que la enfermera se acercará a mi cama.

                -¡Mañana podrás irte, Erín!-gritó. Y claro, no supe como reaccionar- ¡Sonríe muchacha!

Las náuseas subieron por mi garganta y tragué saliva para mentir y aparentar que la noticia era  algo maravilloso. Sonreí de oreja a oreja y la abracé con fuerza.

                -Gracias… ¡Es, es genial!-exclamé. James me dedicó un gesto que dejaba claro que yo era una persona horrible y observé como la puerta se cerraba tras él.

                -Tienes que llamar a tus padres-Continuó la enfermera- Quizá puedan coger un avión esta noche… O mañana ¿Quieres que llame a tus amigas? Verás que alegría les das.

Estaba hablando demasiado. Tenía ganas de empujarla y sacarla de la habitación a la fuerza, pero me contuve y negué aún con esa falsa y dolorosa mueca de felicidad en los labios.

                -Luego les llamaré… Ahora… Llevo unas horas con las pruebas… Estoy cansada.

                -¡Claro, claro! Duerme un poco.


Cuando me quedé sola, volví a tenderme sobre las almohadas y miré hacia la ventana. Estaba empezando a llover con fuerza y el día estaba teñido de matices grises y oscuros. Un día de los que prefieres ver desde dentro, con una buena película en blanco y negro y algo caliente. Cosas que no tenía.

Después de los Martinis, el alta y el encontronazo con el señor Superman -porque eso era-… Necesitaba dormir durante horas y despertarme al día siguiente. No tener ni despedidas, ni insoportables esperas en el aeropuerto. De repente, vislumbré un pequeño paquete envuelto en un flamante y brillante papel de regalo rojo. Literalmente, me lancé a por él y arranqué el envoltorio. Era un libro de Francis Scott Fitzgerald;

<<El gran Gatsby>>

Tenía un post-it pegado en la pasta:

<<Lo de las oreos era broma. Feliz cumpleaños>>

Mis labios se levantaron hacia arriba por si solos y acaricié la cubierta con los dedos. Era viejo y las páginas habían adquirido un tono amarillento. Lo abrí y leí la dedicatoria escrita en una elegante caligrafía. Casi me ahogué cuando vi la firma del mismo Fitzgerald junto a la frase; “A un gran amigo”.

Noté un escalofrío por todo el cuerpo. El hecho era simple: Me acababa de entregar un ejemplar de un libro que, casualmente, era mi favorito… Y no era un ejemplar cualquiera, sino uno de los años treinta.

Me di cuenta de que había algo que no entendía ¿Cómo había llegado a ese punto? ¿Cómo no me había dado cuenta de la situación? James cegado con lo que creía que era yo, mí idealizada persona en su trastocado recuerdo… intentando por todos los medios que siguiera siendo lo que él creía que era real.

Alejándose de mi más absoluta realidad. Porque yo era, sin lugar a dudas, siendo suave conmigo misma, lo peor que una persona podía tener a su lado. Y sin embargo, me regalaba un libro que quizá había pertenecido a su tatarabuelo.

Recordé lo que me había movido a querer besarle… A todo aquello que no entendía sobre el magnetismo humano y las atracciones imparables que adornaban páginas de viejas novelas. Todo lo que yo creía un mito, por lo que me había reído incontables veces, se volvía en mi contra con una agilidad desmesurada.

¿Era posible que me gustara un poco bastante el señor Superman?



7 comentarios:

  1. Me ha encantado el capítulo Jane. Espero que el siguiente esté pronto.
    Un beso

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  2. No sé por qué, pero a este capítulo le he encontrado cierto encanto (más que a los demás, que ya es decir).
    ¡Un beso! <3

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  3. No soy tu Superman, solo soy un hombre que te quiere enamorar (8) jajaja
    Perdón es que no he podido evitar pensar en la canción de Bustamante :P
    Qué buen capítulo ^^ Así da gusto esperar todo el tiempo del mundo :) Erín es un personaje que me sigue sorprendiendo, aunque no tanto como James. Ése chico es misterioso, pero sobre todo generoso y bueno con Erín ^^ Es nuestro Superman <3 *.*
    Besos Jane

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  4. En fin, ni hace falta comentar otra vez lo genial que está el capítulo, pero te quería decir que te he nominado a un premio en mi blog ^^ Pásate si quieres y míralo; ¡un beso! :*

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  5. En serio, adoro este blog. La historia es increíble, es perfecta. CÓMO, ESCRIBES, ASÍ, DE, BIEN. DE GENIAL. JO. AERDEGEWFHGREFJG Que sepas que también adoro al señor Superman, así como dato... Jo, Jane, necesito el siguiente capítulo, y el siguiente, y el siguiente y todos. Necesito saber qué va a pasar wedthfrhwfgr

    Genial. Sencillamente perfecto.

    Un besito, cielo. <3

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  6. me encanta tu blog y tus capítulos en especial. la hist6oria es preciosa.
    espero que os paseis por mi blog : www.lovelystoryoflove.blogspot.com

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  7. me encanta tu blog y tus capítulos en especial. la hist6oria es preciosa.
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