Hicimos una
pequeña excursión a urgencias, dónde finalmente, pasamos unas horas muy largas. Para nada, porque yo estaba bien y sólo querían cerciorarse.
Éramos un grupo un tanto raro que alborotó la planta baja del hospital. Yo hacía bromas inteligibles que a nadie parecía hacerles gracia y los demás, bueno, discutían y estaban cansados. Al principio, como la fiebre me tenía drogada, no les presté atención, pero conforme pasaban las horas y los antibióticos hacían efecto, la realidad se aclaraba. Hasta que al final fui consciente del todo. Demasiado. Y rogué porque la temperatura me subiera de nuevo, porque me sedaran y no tuviera que ver aquello.
Jim estaba sentado en una cama a mi lado y tenía la mirada perdida en el suelo. Jerry y Diana discutían fuera y sus voces traspasaban el cristal que separaba la sala de espera de la zona de camas.
Éramos un grupo un tanto raro que alborotó la planta baja del hospital. Yo hacía bromas inteligibles que a nadie parecía hacerles gracia y los demás, bueno, discutían y estaban cansados. Al principio, como la fiebre me tenía drogada, no les presté atención, pero conforme pasaban las horas y los antibióticos hacían efecto, la realidad se aclaraba. Hasta que al final fui consciente del todo. Demasiado. Y rogué porque la temperatura me subiera de nuevo, porque me sedaran y no tuviera que ver aquello.
Jim estaba sentado en una cama a mi lado y tenía la mirada perdida en el suelo. Jerry y Diana discutían fuera y sus voces traspasaban el cristal que separaba la sala de espera de la zona de camas.
-Te dije que no saliera ¡Y la
sacas tú mismo!-le gritaba Diana, que tenía un gesto que bien presagiaba que iba
a morderle.
-¿Por qué no has venido está mañana?-le
preguntó Jerry-No le distes las pastillas...
-¡Anoche nos pelamos!-exclamó
ella y de repente, se echó a llorar.
Incluso para mí
en ese estado, resultaba triste la historia de la pobre chica a la que su novio
había olvidado.
Incluso para mi...
-Deberías ir a hablar
con ella-susurré a Jim, que despertó de repente de su ensueño y me miró
confundido.
Aun así, estaba
adorable…Yo sin embarco era demasiado superficial y no podía evitarlo. El pobre estaba pasándolo mal y yo me fijaba en su físico.
Genial.
Genial.
-¿Qué? ¿Con quién?-se extrañó.
-Diana, fuera.
Se levantó sin
importarle lo más mínimo lo que le estaba diciendo y me cogió la mano. Tenía
los ojos rojos y apretaba los labios con fuerza.
-Estaba preocupado.
-Mi salud es una mierda,
posiblemente me hagan Vip o algo así y me den un millón de euros.
Conseguí que se
riera un poco y eso me bastó para conseguir despertarme del todo.
-¿Quieres que llame a Jerry?
-Vale ¿Le has contado
que…?-noté como mis mejillas subían de temperatura y me aclaré la garganta para
rellenar esa incómoda situación.
-No ¿No quieres que se lo
cuente?-cuestionó confundido.Ni yo misma me había planteado si quería que nuestro compañero de penalidades se enterara de nuestra atracción.
Negué mirando
hacia fuera, dónde Diana seguía llorando en el hombro del duendecillo.
-Puedes contárselo, no me
importa. Pero creo que no está bien que le hagas esto a Diana, ella es… es
genial
-¿Diana? Erín, me importa una
mierda quien diga que es. No sé quién es. No la tengo aquí-se señaló con un
dedo tembloroso a la cabeza. Vi como su pecho se levantaba con energía una y
otra vez y supe que ese era un punto que no podía tocar.
-Bien-dije y cerré los ojos para
dar por concluida la conversación.
Oí como la puerta
se cerraba y volví a abrirlos. Jerry estaba entrando y él, el señor Superman,
no estaba al alcance de mi visión.
-Quiero volver a mi apartamento.
Ir a la universidad y que todo vuelva a ser como antes-susurré mirándolo fijamente.
Puede que ahí
quisiera escapar, con todas mis ganas... pero no iba tenerlo tan fácil.
-Eso no va a pasar-contestó con
contundencia, colocándose la corbata-Puedes ir a la universidad, pero seguirás
bajo mi supervisión-asentí con cansancio-Ahora vístete para que nos podamos ir
a casa a descansar un poco.
Cogió mi ropa y
me ayudó a cambiarme el camisón del hospital por una camisa de Jim y unos
vaqueros un par de tallas grandes.
Me sentía fatal,
como una niña pequeña que tiene que confesar que ha roto el jarrón favorito de
su madre. Sólo que Jerry se alejaba mucho de una relación maternal… O no. No había reflexionado lo que me esforzaba por olvidar, hasta ese
día. El motivo de todos mis problemas. La estupidez que me llevó a hacer algo
suicida y sin ninguna lógica.
Quizá fuera algo positivo. Confesar. Y quizá eso me llevara a sentirme mejor.
Quizá fuera algo positivo. Confesar. Y quizá eso me llevara a sentirme mejor.
-Jerry… tengo que decirte
algo-antes de empezar esa frase supe que no iba a poder, así que me
quede en un estado de ausencia momentánea. O como me gustaba llamarlo, una transición del mundo.
Supongo que era
otra de las ventajas de mis trastornos mentales, las ausencias, comparables a
viajar durante unas horas y volver sin saber a dónde había ido. Así que no
recuerdo nada del trayecto a casa. Y me alegro, porque no hubiera soportado
estar consciente en el coche, con mi grupo de escapada y sus caras de reproche.
-Erín, ¿Puedes levantar los
brazos, por favor?-la voz Jerry me sobresaltó. De repente estaba en mi
habitación (que no parecía mi habitación). Estaba ordenada y todo había
cambiado. Las cortinas, la ropa de cama… Incluso algunos detalles de la pared.
-Ya lo hago yo-murmuré y le
agarré el brazo. El duendecillo se sorprendió al verme de vuelta y sonrió como
un niño-Ha sido un día muy largo.
-Podemos hablar mañana, hoy te
dejo el día libre.
Me seducía la
idea de un día sin Jerry. Me pregunté si con el tiempo que me dedicaba
podía tener vida, fuera de nosotros. Seguro que llegaba a casa extremadamente
cansado y su novio le obligaba a dormir en el sofá o algo por el estilo, que me
devolvía a mi querida culpabilidad. Ella y yo éramos
uña y carne.
-Estarás bien-preguntó. Quizá
había vuelto a irme unos minutos, parpadeé y asentí.
-Puedes irte tranquilo… y… eh,
¿Podías decirle a tú novio que lo siento?
-Se llama Jack y seguro que se
alegra de oír eso.
-¿Soy famosa? ¿Tenéis mi foto en
el frigorífico o algo así?
-No te lo creas tanto-bromeó,
guiñándome un ojo.
Después de ese
durísimo día, me quité la ropa y me metí desnuda en la cama. El colchón me
abrazó con ganas y pude notar un escalofrío de placer por todo el cuerpo. Solo
había un problema, que estaba amaneciendo y mi habitación completamente
iluminada. Bufé y me levanté para cerrar la persiana, sintiéndome miserable…
Entonces, llamaron a la puerta. Mi subconsciente hizo que me quedara
completamente inmóvil, esperando a quien fuera.
<<Estoy desnuda>>
<<Estoy desnuda>>
-Vengo a traerte un zumo de…-su
voz seductora se quedó en el aire.
Estaba enfrente de mí, mirándome. Superman, rojo como un tomate.
Y yo estaba desnuda. Desnuda, delante de su cara.
Su gesto se
desfiguró y yo por fin reaccioné y ahogué un grito, agarrando la cortina y
envolviéndome en ella.
Jim me dio la
espalda, tapándose los ojos.
-Oh mierda, lo siento… mucho. Mierda.
Tendría que haber llamado. No he visto nada, tranquila-balbuceaba, nervioso. Y yo... bueno, ni idea.
-No… No pasa nada-contesté
cerrando los ojos con fuerza, intentando desaparecer de allí.
No podía creer
que hubiera pasado por segunda vez. Solo que está vez era incluso peor. Podía
tener suerte y morirme de vergüenza pero en vez de eso, mi cabeza grabó el
gesto de Jim en mi retina, haciendo que lo reviviese una y otra vez. Dejó el
zumo encima de la mesa, sin darse la vuelta y cerró la puerta tras él.
¡KARMA!
¡KARMA!
-¡Joder! ¡JODER!-grité y salté
hacia la cama.
¿Habéis tenido ese tipo de sueño en el que paseas desnudo por la calle? Me sentía así, sólo que aún peor porque no iba a despertarme y descubrir que no había sido real.
Los planetas
debían estar alineados porqué me dormí enseguida, mientras rememoraba esos ojos
azules. Así que por unas horas, conseguí algo de paz.
El despertar fue
peor; Era como tener resaca, multiplicada por una tonelada de
arrepentimiento y algo de dolor de espalda. Quería llorar e hibernar, no tener
esa asquerosa sensación de tener que cruzarme con él en
la cena. Miré el reloj, estirándome en la cama. Eran las diez de
la noche y me moría de hambre, pero obviamente, no pensaba bajar a tener un
encontronazo. Decidí llamar a Fiona, creo que llevaba más de tres semanas sin
hablar con mis amigas (y con todo el mundo), sin contarles “mis novedades”, por
lo que me esperaba su tono de sorpresa.
-¿Erín?
-Hola-murmuré abochornada. Era
una mal amiga. Una amiga de mierda que pasaba de ellas.
-¿Estás bien?-me preguntó con
recelo.
-Sí, estoy bien… pero quería
saber si Alana y tú estáis ocupadas, haciendo algo-¿Por qué me daba la
sensación de ser tan ridícula?-Quiero veros… Quizá sea muy tarde…
-Vamos para allá-sentenció y la
línea se quedó en silencio-Recogeré a Alana del gimnasio.
-Genial ¿Podéis traer algo para
comer?
-Sí, claro ¿Comida china te parece bien?-hizo una pausa y luego se escuchó un bufido-Ya, claro, te encanta.
Antes de que
pudiera decir algo más, escuché el pitido constante de la línea. Los nervios
llegaron justo después ¿Qué iba a decirles a mis amigas? ¿Qué estaba tan
deprimida que me vi incapaz de contestar sus mensajes? ¿Qué ni siquiera había
pensado en ellas? ¿Qué era horrible?
Antes de que
pudiera reflexionar cada punto de la conversación que iba a tener, y mientras
adecentaba mi aspecto, llamaron a la puerta. Sólo me habían dado una hora para prepararme... Y no lo estaba. Pero ¿Cuándo iba a estarlo?
Eran ellas y hasta parecían ellas, sólo que un poco más enfadadas.
Eran ellas y hasta parecían ellas, sólo que un poco más enfadadas.
-¡Andas!-exclamó Alana, pasmada,
tocándose la melena pelirroja con nerviosismo.
-Un poco-expliqué apoyando mi
mano en la columna de madera de la cama- Pequeños pasitos.
-¿Has seguido la dieta de la
alcachofa? ¿No consumes alimentos por el cambio climático?-preguntó Fiona con
sarcasmo, fijándose en mi delgadez.
Sabía que no iba
a ser fácil, pero me reí.
-Más bien lo segundo, veo que tú
sigues igual de simpática-no tenía ni idea de porqué estaba a la defensiva,
ella tenía todo el derecho de mundo a ser mala. Yo no.
-Quizá es que no notes mi ironía...
-Quizá es que no notes mi ironía...
-¿Podemos parar ya?-inquirió
Alana.
La buena de Alana. Respiré hondo y decidí pasar por alto el comentario.
La buena de Alana. Respiré hondo y decidí pasar por alto el comentario.
-Tengo que explicaros que
pasa y por qué he sido tan tonta.
-Aquí tienes tu comida china-me soltó
Fiona, dejándola de mala manera sobre la mesa.
-Fiona… No quiero que estés a la
defensiva-le rogué con pena, sentándonos en la mesita.
-La vida es injusta-me soltó. Mis tripas se encogieron y aguanté las ganas de vomitar. Tenía que
soportar mis nervios y no montar una escena como la de la mañana.
-Fiona-la advirtió Alana-Me
habías dicho que ibas a contenerte un poco.
-Pues no puedo, ahora que la
tengo delante-me miró y frunció el ceño, soltando una risita- ¿Por qué no cogías nuestras llamadas?
Directa a la
diana. Tenía que escupir toda la verdad. Me acomodé en la silla y empecé a hablar.
-¿Recordáis el última día que
estuvisteis aquí?
Las dos
asintieron, así que continué mi dramático relato de cómo perdí la cabeza en algún momento. Intenté salir airosa de la "situación", aunque era difícil, con dos pares de ojos clavados en mí. Nunca me planteé
ser ellas, ajenas a todo el follón, pensando que su amiga las odiaba. Y ahora
les soltaba la bomba sin ponerles un poco de protección, ni de adornarlo con
papelitos de colores.
Lo que me
impresionó es que no las conmoví ni lo más mínimo. Al contrario.
-¿En serio?-susurró Alana, cuya
voz estaba escondida en algún rincón de su cuerpo.
-¿Quién coño te crees que eres
para ocultárnoslo todo?-exclamó Fiona. Juro que le vi llamas en los ojos.
La lógica me
había abandonado hacía unos meses. Así que, empecé a reírme. Al principio
fue en contra de mi voluntad, pero luego las carcajadas salieron con ganas,
obligándome a tomármelo de otro humor. Lo mejor es que
ellas me siguieron cuando el desconcierto fue demasiado insoportable. Se
rindieron y hubo un instante en que dejé de ser yo. Éramos solo nosotras, riéndonos de la vida.
-Así que mientras que estamos
aquí podrías sufrir un ataque o algo parecido, intentar matarnos…
-Quizá sí o quizá no. Debéis
portaros bien.
-¿Qué tal con James?-preguntó
Fiona. Mierda.
Volví a notar ese
calor una mezcla de algo de ilusión por recordar su beso y ese sentimiento
embarazoso de verme en condiciones deplorables.
-Me beso ayer-confesé sin mucho
ánimo. Las dos ahogaron un grito y las vi tan ilusionadas que decidí romper el
momento-Y después me dormí en sus brazos... tenía fiebre.
Volvían a tener
ese gesto de incredulidad.
Genial,
contándolo era más absurdo que en mi cabeza. Y aún no habían escuchado la mejor
parte.
-Fuimos al hospital, bueno me
llevaron al hospital. Todos. Diana, Jim y Jerry. Creó que se pelearon allí.
-¿Quiénes?-dijeron al unísono, impacientes.
-Diana y Jim. No sé por qué,
estaba medio ida.
-¿Te encuentras bien?-inquirió
Alana con preocupación.
¿Qué mierda
importaba eso?
-Sí. No
es nada.
-¿Qué paso después?
Cogí la cantidad
de oxígeno que me permitía mi pulmón solitario y con él, algo de valentía.
-Llegamos a casa y me quedé desnudé
delante de él.
Alana palideció y
parpadeó varias veces.
-¿Qué?
-Puta loca-Susurró Fiona.
Me di cuenta de
lo mal que había sonado. Fatal.
-No ¡No! ¡NO! ¡MIERDA,
NO!-grité, levantando las manos-A ver, llegué cansada, me quité la ropa y él
entró sin llamar. Fue incómodo, raro y extremadamente bochornoso.
-Eres imbécil.
-Lo peor es que no es la primera vez...
-Lo peor es que no es la primera vez...
Llamaron a la
puerta un par de veces. Se me cortó la respiración cuando entro Diana ¿Qué
había escuchado? ¿Tanto habíamos gritado? ¿Iba a ponerme una inyección letal y
decir que me había suicidado?
La observé detenidamente, parecía decaída y
ojerosa, incluso me dio pena. Siempre estaba contenta e intentaba animarme, aunque yo estaba destinada a odiarla, siendo quien era.
-Hola chicas, he venido a
tomarle la temperatura a Erín-dijo, dedicándonos una sonrisa taciturna-Que
aproveche.
-Gracias-respondimos las tres al mismo tiempo.
-¿Te encuentras mejor?-preguntó
y me dio el termómetro-Es culpa mía.
-No tranquila, es sólo un resfriado.
Los minutos que
el termómetro tardó en pitar fueron extremadamente largos. Tuve
que contenerme para no hacer un chiste malísimo Y creedme, eso lo hubiera empeorado.
-No hay fiebre.
Sobrevivirás.
-Que bien-murmuré, aparentemente
aliviada. No se me daba para nada bien lo de fingir, pero por el gesto que me
dedicó, a ella si se le daba bien calarme.
-Me pasaré mañana. Espero que lo
paséis bien… intenta acostarte pronto esta noche.
-Bien-contesté y la seguí con la
mirada hasta que cerró la puerta. Esperé a escuchar el ascensor bajar para convencerme de que había pasado el peligro.
En ese momento, bufé y no fui la
única que lo hizo. Era como volver a respirar después de contener el aliento en
una cámara de gas.
-Es guapa-admitió Fiona.
-Lo sé.
Yo era la que
pulsaba el botón. No había fabricado la trampa, pero no me disgustaba la presa,
así que estaba a punto de hacerlo. Mi mente, amordazada, sopesaba las ventajas y los inconvenientes de mis actos.
¿Mi felicidad?
¿La de ella?
¿La de él?
Decisiones y más
decisiones que iban a estrangularme como si fuese un animal asustado.
Genial Jane, es que no pieces escribir mejor !!
ResponderEliminarMuchos besos, desperate os impatient es al siguiente.
PD: ¿ cuando publicas de " Quedate una noche mas "?
Suerte que se le ha bajado la fiebre.
ResponderEliminarMadre mia, que bochorno tiene que haber pasado Erin cuando Jim la ve desnuda, buuuf....
Un beso!
Pobrecilla!!
ResponderEliminarQe vergüenza qe la vea desnuda !!
Y lo del beso a sido genial !!!!
Escribes ... Nose como describirlo escribes genial ESPERO EL SIGIENTE!!!!
me encanta.... esta muy emocionante cuando subes el siguiente??
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