miércoles, 29 de enero de 2014

Capítulo 11: Batman es el nuevo Superman.





Pasaron algunos días hasta que volví a encontrarme a Jim. Sí, fue muy difícil tener que evitarlo constantemente… Vivíamos bajo el mismo techo y su habitación estaba a unos metros de la mía. Por suerte, gracias a haber pasado tantos días en cama, había desarrollado una nueva capacidad, sobrenatural -que conociéndome era alucinante-, la paciencia. Gracias a ella, sabía en qué momento salía de casa, se duchaba, comía, se lavaba los dientes… Bueno, tal vez suene a enfermiza obsesión, aunque ¿Qué podía hacer? No dejaba de ver esa desagradable escena cada vez que mi mente se desocupaba un minuto. 

Ya sabía que no podía durar siempre, no puedes evitar a una persona tanto tiempo. Aún así, me pilló desprevenida.

Ese fatídico día estaba nublado y yo estaba muy cansada. Había tenido pesadillas, una larga conversación con Jerry y además, una llamada edulcorada de mi profesora de arte. Todo eso me hizo olvidarme de la operación “Evita a Superman y todo irá bien”, el tiempo suficiente para que el hambre me obligara a bajar desesperada a la cocina, en busca de algo que llevarme a la boca.

En condiciones normales, habría pedido algo y me lo habrían subido, ya que todavía no funcionaba muy bien en cuanto a locomoción… Pero era uno de esos días en los que te importa todo una mierda.

Y me apetecía un Sándwich.


El pan estaba en la repisa de arriba, fuera de mi alcance. No es que fuera bajita, sino que esa casa parecía hecha para jugadores de la NBA. Maldecí por lo bajo al inteligente que lo había colocado ahí y arrastré la silla torpemente para subirme en ella. Puede que ese sonido me impidiera escuchar sus pasos, acercándose. 

                -¿En serio quieres hacer eso?-dijo su voz, justo detrás de mí.

Di un salto, dándome la vuelta e intentando que no me diera un infarto. Mi primer pensamiento fue en lo despeinada que estaba… en general, en que todo mi aspecto era horripilante. Pero después, solo podía tener en mente su sonrisa torcida y sus ojos juguetones, observándome.

                -¿Qué?-pregunté, frunciendo el ceño. Intentaba disimular, pero no era buena actriz ni de coña. 

                -Subirte a una silla para coger… algo.

                -Claro que no iba a hacer eso.

Asintió y se encogió de hombros. Claramente burlándose de mi.

                -Ah, entonces… ¿La silla es para…?

Era un ratón en una jaula. Un penoso roedor que no había sido lo suficientemente listo como para oler el peligro... Sólo olía queso. 

                -Pues… quería… quería sentarme.

                -¿Justo ahí?

Me di la vuelta con disimulo y me senté. Resultaba absurda y rara.

                -Sí… es que estaba cansada.

    -Por lo tanto, ibas a comer ¿algo? sentada en una silla en medio de la cocina, al lado del horno… porque estás cansada.

Sonreí y me acomodé en el sitio.

                -¿No te gusta el plan?-le pregunté, mirándole fijamente.

No debía hacerlo… pero me encantaba jugar y sabía hacerlo muy bien. En mi defensa diré que era Superman, o más bien que era el señor Batman, con toda esa oscuridad a su alrededor.

                -Sí, me encanta-contestó, cogiendo otra silla y poniéndola a mi lado. Se quedó en silencio un tiempo, observando la cocina… Y a mí-¿Cuánto tiempo has planeado que estemos así?

                -No soy de las que planean nada. Más bien de las que no tienen ni idea de que está pasando, hasta que se da de bruces con la realidad-respondí,  columpiándome en sus ojos azules. No tardé mucho en agachar la cabeza. Su mirada ganaba a la mía en intimidación.

                -¿Es que no puedes mirarme?-susurró y cogió mi barbilla para obligarme a mirar.

Fue inevitable que mis ojos fueran directos a sus labios. Me desarmaba. Pero tenía que ser fuerte y fría… Aunque estuviera babeando. Se acercó a mí un poco y volví a escabullirme con un suspiro. Erín ¡NO!

                -Llevas evitándome una semana…

Otra vez atrapada, pero ahora la jaula era más pequeña. Y el queso más grande.

                -No te evito…

                -Lo haces. Según Jerry porque están tan destrozada que crees que vas a destrozarme a mí también.

Se me retorcieron las tripas. Lo que sentí con esa frase lo compararé con una bomba destrozándome las entrañas. Suena demasiado explícito, pero juro que escuché el estallido. Lo fulminé con la mirada y me levante. No quería seguir jugando al análisis psicológico de Erín. 

                -Muy bien. Veo que Jerry y tú lo sabéis todo

Me agarró el brazo y me detuve. Era imposible que tuviéramos una conversación normal, no después de nuestros antecedentes. No quería saber nada más.

Eso era la teoría, la práctica... más sencilla; Me tocaba y toda lógica se volvía un mito.

                -Erín… no te vayas…

                -Suéltame, por favor-le rogué, apoyándome en mi nuevo amigo: El bastón.

Pero nuestra amistad no estaba muy arraigada y entre esa situación frustrante, decidió resbalarse y caerse al suelo, empujándome hacia él. Apoyé una mano en su pecho y el me sostuvo por los antebrazos, para después deslizar su mano poco a poco hasta mi pelo.

Solo podía temblar, mientras mi corazón bombeaba muy deprisa.

Él se acercaba más y cada palmo de mi cuerpo se despertaba… Y me volvía un animal ¿Quería eso? ¿Quería sentirme más culpable? ¡No!

Por suerte, mi parte racional, hizo caso. Llevaba mucho tiempo siendo algo inservible, pero por esa vez, tuvo resultado. Puede que estuviera recuperando el control sobre mi misma. Sobre los dos y nuestros encontronazos. 

                -No-le dije, agachándome a coger a mi amigo, evitando cualquier contacto. Y pensé en la pobre Diana. 

Dio un golpe muy fuerte en la mesa, que consiguió soliviantarme. Lo miré antes de ponerme en pie. Tenía los ojos cerrados y la boca apretada, como si estuviera soportando un terrible dolor físico. 

No sé si era lo mejor, pero aproveché para alejarme de él.

Alejarme, aunque me muriera de ganas de volver y besarle hasta que se me durmieran los labios. Volvía a tener la sensación de ahogarme, pero no como en mis ataques, sino como si el aire no fuera suficiente para saciarme. Y lo necesitara a él.

Me metí en el ascensor y me apoyé en el espejo. Me sentía miserable y lo más extraño era que no por mí, sino por él. Quizá fuera ese sentimiento lo que me indujo a escuchar el pitido. Otra vez. Ese sonido insufrible. 

A diferencia de hacía unos días, sabía cómo controlarlo (o al menos tenía una idea). El duendecillo había sido útil para algo, así que seguí sus instrucciones y pensé en el desierto… El desierto, la arena, el sol, el calor… Ni una gota de agua.

Paré el ascensor dándole con el puño al botón, mientras que lograba controlarlo.

                -Desierto… Desierto… -Susurraba, con los ojos cerrados, imaginando que estaba allí, abandonada en una duna, con mucha sed.

Recordé la voz de Jerry y sus  palabras exactas ¡Maldito duendecillo! Me estaba desquiciando más de lo que estaba.

Prefiero no dar más detalles de lo que suponía esa escena para mi vergüenza. Y no sé cuantos minutos pasaron hasta que se me pasó y volví a poner en marcha el ascensor, pero al salir y ver que no había testigos sentí ¡Qué por una única vez! sólo una vez, la suerte me favorecía. Eso significaba que había dejado en mínimos mi dosis diaria.

Y doy fe de que fue así.

Entre el sudor, los nervios y algo de alegría, llegué a mi habitación… de una pieza. Para mi sorpresa, en la mesa había un perfecto sándwich acompañado de una coca cola sin cafeína.

                -Claro, como no-dije, sonriendo orgullosa, imaginándome a Jim sintiéndose culpable por dejarme sin cenar.

¿Era un gesto del antiguo señor Superman? ¿Era una disculpa camuflada entre pan y lechuga? Bueno, intenté no rebanarme los sesos con eso mientras me lo comía sin ningún tipo de glamour.


Lo siguiente que pasó me hizo escupir el Sándwich y casi morir ahogada.

Escuché un golpe sordo, seguido de un grito y ruido de cristales. No estaba segura por la lejanía, pero había algo que me decía que era Jim. La intuición que me llevó a levantarme y salir corriendo para ayudarle, lo más rápido que podía. Mis pies se anudaron a los pocos pasos y me tropecé en el pasillo. Cada vez oía más golpes, y ya no había lugar a dudas de que era él. Su dormitorio. El miedo me recorría el cuerpo, temeroso de encontrar algo desagradable… Que se hubiera hecho daño de algún modo y la culpa fuera mía.

Afirmé que era toda mía. Por rechazarle por creer que conmigo estaría peor y que Diana debía ser su futuro. 

Llegué al otro extremo del pasillo, en dónde estaba su habitación. La puerta estaba entreabierta, así que prácticamente me lancé contra ella, al mismo tiempo que veía por el rabillo de ojo como lanzaba una lámpara en mi dirección. La esquivé y caí al suelo, frenando el golpe con las manos. La habitación estaba hecha un desastre, todo tirado por los suelos... 

Entonces, dejé de escuchar sonido alguno. Reaccioné y miré en su dirección. Me escudriñaba confundido, con gesto doloroso. Mis ojos fueron directos a sus manos, manchadas de sangre. Volví a notar el impacto de un artefacto, esta vez en mi pecho. Puede que fuera una sobredosis de culpa, de terror... O más bien pena, por él. 

Me levanté despacio para ayudarle, pero alzó el brazo en mi dirección.

                -No te acerques.  

Definitivamente, había quien estaba más loco que yo.

                -Voy a curarte esa mano ¿Estás bien?-susurré, dando pasos pequeños hacia él.

Ladeó la cabeza. Parecía que se estaba dando cuenta del desastre por primera vez. Me dio pena verle en ese estado, tan diferente a lo que me tenía acostumbrada.

                -No… no lo sé…

Le agarré el brazo y lo empujé a sentarse en la cama. Tenía la mirada perdida y eso me daba más miedo.

                -Jim… Vuelve-dije, acariciándole el mentón.

                -Erín-respondió, saliendo de ese aturdimiento. Asentí varias veces y le sonreí.

                -¿Dónde estabas?-pregunté con un hilo de voz y una media sonrisa. 

                -No lo sé ¿Te he hecho daño?-preguntó con dulzura. De nuevo, era él. 

                -No, nada. No te preocupes.

                -Bien…-murmuró mirando a su alrededor. Esto es un desastre.

No sé qué quería averiguar, tal vez era una manera de cerciorarme de que Jim estaba traumatizado también… O porque mi parte masoquista disfrutaba metiendo el dedo en la llaga. Pero seguí con el interrogatorio.

                -¿Por qué te has puesto así?

Bufó y enterró la cara en sus manos antes de ponerse en pie y responder.

                -Quizá necesite algo que no puedo tener.

Tocada y hundida. Ya no miraba al infinito, sino a mis ojos. Otra vez estábamos en esa situación. Mi subconsciente me gritó que lo dejara allí y saliera pitando. 

Pero tardé en reaccionar y entonces, dejé de pensar. Y me acerqué a él y le agarré el cuello… Jadeé, volviendo a enjaularme a mí misma. Él me rodeó la cintura con suavidad y las ganas se dispararon.

Quería. Claro que quería hacerlo. Me recorría ese frenesí del que se habla en las películas, la atracción física que me iba a destruir de un momento a otro.

Cerré los ojos y enredé mis dedos entre su pelo.

                -¿Quiénes somos, Erín?-susurró en mi oído.

                -No tengo… ni idea.

Justo cuando iba a lanzarme, a cerrar el último centímetro que nos separaba, me atravesó una imagen demasiado nítida como para que pasara de largo. Otro flashback igual de inoportuno que los otros y siempre en su presencia. 

“Volvía a estar en el agua. Me dolía todo el cuerpo y tenía que salir a la superficie. La corriente me dio un respiro y salí… Pero eran otras manos las que me sujetaban.

                -¡Erín! ¡Aguanta! ¡Vamos, agárrate a mí!-me gritaba, pelando con las olas-Erín… ¡NO TE DUERMAS! ¡NO!”

Volví. Estaba en el mismo sitio, en la cama de Jim. Sólo que la situación había cambiado. Él me miraba, agarrándome la mano, como si fuera alguien a quien le quedan dos días de vida. Y Jerry, a su lado, intentaba que mis ojos se enfocaran en él.

                -¿Ya estás aquí?-preguntó dándome un par de bofetadas.

                -¿Qué…? –cuestioné confundida. Aun escuchando las voces en mi cabeza. Las imágenes de aquel día. 

Volví a notar otra bofetada, esta vez más fuerte, que me hizo ladear la cabeza. Esa sí que dolió o más bien... me quemó.

                -¡Dios, Jerry, no te pases!-le incriminó Jim.

Pero no me hacía falta defensa, levante la mano y la hundí en el pómulo del duendecillo, que parpadeó varias veces, sujetándose la cara en busca de una explicación. Cosa que no había, por lo que no podía quedarme allí, entre tanta incredulidad.

                -Necesito dar un paseo-murmuré, levantándome y deshaciéndome de su mano, que parecía reacia a dejarme marchar.

El flashback me había desarmado completamente. No sabía si era realidad o me lo estaba inventando. El caso es que mientras me salvaba de un infierno de agua helada, me llamaba por mi nombre y antes del accidente, no había visto a Jim nunca.

¿O no era así? ¿Me estaba imaginando la situación o era un recuerdo tan válido como los demás?

Si recapitulaba los hechos de ese día, llegaba a un par de conclusiones.

La primera. Me estaba volviendo loca. Una locura de las malas, de las que escriben libros y hacen sagas cinematográficas en Hollywood.

Y segundo. Acababa de conocer al señor Batman. 

Y no sabía si quería seguir conociéndolo. 



2 comentarios:

  1. Llevo esperando este capitulo... 2 meses!!!
    Pero creo qe a merecido la pena .
    Cada dia te superas sige asi
    Besos
    ~A~

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  2. Jope *.* Sé que lo subiste hace mucho y tal, pero ya sabes [inserta excusa barata que veas a menudo]. Sobre el capítulo...Perfección. Ardo en deseos de descubrir la historia de Jim y Erín, y ella me da tanta pena, pero a la vez no quiero que me de, porque a ella no le gustaría y sjdhdjllkix. Total, que ya estoy esperando el siguiente.
    Un abrazo :)

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