jueves, 29 de mayo de 2014

Capítulo 16: Confesiones que nos llevaron a más confusiones.




Si pensáis que no hay algo más molesto que un “te lo dije” en el momento en el que no lo quieres escuchar, es la ausencia de él; das demasiada lástima. Acababa de aparecer llorando en la casa de mi terapeuta anormalmente bajito. Creía que haciéndome la valiente, además de ayudarme con los demás, lo haría conmigo misma; Sin embargo, una vez más, mi teoría se hacía añicos ante mis ojos. 

Pero volvamos a ese momento, ese instante en el que ni siquiera sentía vergüenza, sino la impresión de que me quitaba un peso de encima. Después de todo, estaba descansando de la fabulosa interpretación en la que llevaba trabajando un par de días. Mi perfecto papel merecedor de un Oscar, truncando por un hombre que llevaba corbatas con animales estampados.


Lo abrazaba como si me fuese la vida en ello, igual que el águila que agarra a su presa. Era raro, pero con Jerry ya no había límites en cuanto a niveles de normalidad establecidos. Me había visto denuda, en coma, gritando, pegándole…

Me separé poco a poco de él cuando desapareció casi completamente esa angustia de mi pecho. Mi miró y se encogió de hombros con gesto amable. Sabía perfectamente que quería decirme con eso: no te preocupes.

                -Hola-le saludé tímidamente.

                -Bienvenida.

Me agarró del brazo y me guió por un pasillo de parqué, sin mucha luz, hasta el salón de su casa. Una habitación amplia que asombraba nada más entrar. Los contrastes entre el blanco y el negro, parecían sacados de una revista de moda. Los muebles eran sobrios y cuadrados. El toque de color lo daban algunos detalles, puestos de manera estratégica, como libros, cojines o un jarrón con peonías.

                -¡Guau!-solté de repente. Realmente me había dejado con la boca abierta.

                -Mi novio… le gusta la decoración-explicó abrumado-Siéntate.

                -No… es genial… es impresionante. A mí también me gusta la decoración.

Ni siquiera sé porque le confesé eso… Así que evité el tema y me senté, algo dolorida. Mi cuerpo llevaba mucho tiempo sin hacer ejercicio y un día entero en la universidad, sin usar el ascensor para inválidos, implicaba que mis extremidades inferiores fueran un constante y molesto hormigueo.

                -¿Quieres algo? ¿Agua, coca cola…?-me ofreció, poniendo las manos en jarras.

Por primera vez me fijé en su ropa. No llevaba su habitual vestimenta, llena de camisas de colores vivos y pantalones de pinzas. Llevaba una sudadera deportiva y unos vaqueros que le quitaban unos años de encima.

                -¿Coca cola? ¿No entraba en el grupo de imposibles?

                -En el supermercado las venden sin cafeína-explicó, guiñándome un ojo.

                -Bueno, en ese caso… me vendría bien algo frío.

Desapareció un momento, que aproveché para fijarme en los retratos que había colgados en la pared de enfrente. No muy a menudo se tiene la posibilidad de husmear en la vida de alguien que lo sabe todo de ti. En casi todas las fotos salía Jerry y un hombre joven, corpulento y bastante atractivo. En otra de ellas, el mismo tipo, estaba en un campo de fútbol, con una equipación que le sentaba como un guante. Me parecía demasiado... anti duendecillo para que fuese su pareja. Siempre había pensado en él como en un doble de Jerry, sólo que algo menos irritante, y no en un jugador de fútbol profesional-modelo.

No se me da muy bien disimular, así que cuando volvió con mi coca cola y una cerveza, yo aún estaba con la boca entreabierta, mirando la pared. Acabé dedicándole un gesto extraño, como de complicidad, provocando que el duendecillo arqueara las cejas. 

                -Es… ¿Es tu marido el de las fotos?-pregunté, lanzándome de cabeza al barro.

                -Sí. Es jugador profesional.

                -Es muy guapo…-confesé, dedicándole una risita a Jerry- Y tiene buen gusto para las casas.

                -Lo sé. Lo sé… -hizo una pausa y suspiró-Y ahora te preguntarás qué hace con un tipo como yo.

Pensé unos segundos que debía contestar a eso y me encogí de hombros para ganar tiempo.

                -Creo que tiene suerte-murmuré, mirando al suelo-Eres insufrible la mayoría de las veces… pero yo también lo soy, así que supongo que eso no está tan mal… tenemos encanto.

Me miró fijamente unos segundos y se echó a reír.

                -¡Eres increíble! Me refería al físico, pero gracias por subirme la moral.

                -Oh-mis mejillas empezaron a arder y también me eche a reír-¿Quién soy yo para hablar del físico?

Sí. Hice esa pregunta, como algo casual… pero lejos de eso, se convirtió en una mala idea de la que me arrepentí nada más conocer las intenciones del duendecillo. Quería abrir mi interior y rebuscar en esa gilipollez del físico.

                -¿Por qué? ¿Cómo que quien eres tú? Eres tú…Erín. Y eres preciosa. 

Su cumplido me estremeció. Sólo me esperaría algo así de él su estuviera en mi lecho de muerte. 

                -Bueno… Es sólo que… bueno, ya sabes-me aclaré la garganta y dejé de mirarle, intentando que aquello no pasara a más.

                -No. No sé. Ilústrame-insitió. Mierda.

                -Eh… bueno, apenas me tengo en pie, estoy demasiado delgada… por no hablar de cómo estoy en ropa interior-meneé la cabeza confundida y la agaché.

Estaba dentro de una conversación que no me apetecía tener. Ni por asomo. Desde que había conocido a Jerry, ninguna de nuestras charlas había tocado este tema tan superficial.

                -Has estado en coma, no hace mucho Erín… no tienes que avergonzarte por eso. Deberías estar orgullosa.

                -No creo que me avergüence, a ver… es algo más complicado. La gente me mira porque parezco enferma. Siempre he estado delgada, pero ahora es algo más allá. Como si hubiese envejecido.

                -Las situaciones traumáticas nos hacen cambiar. No eres la misma.

Y lo sabía, lo sabía muy bien. Odiaba esa sensación. Empecé a sentir que podía explotar en cualquier momento. Llorar, gritar… Nunca se sabía muy bien.

                -Me siento… extraña. Fuera… de mí.

                -Sabes, cuando entré en tu apartamento me sorprendí al ver que bailabas. He tratado con gente que ha tenido accidentes y que después no ha podido seguir con sus aficiones, pero ellos estaban destrozados. Me sorprende que tu no. He oído que eres bastante buena-dijo, con tranquilidad.

No quería que sacara ese punto. Y allí estaba. Me arrepentí de abrazarle, de hacerle cumplidos ¡Mierda de duendecillo! Llevaba mucho tiempo ignorando el tema, pero si había algo en lo que Jerry destaca era en eso, su mejor habilidad: Se metía en tu cabeza y lo ponía todo patas arriba. Intenté seguir mi estrategia y ser un hielo.

Le miré y elevé los labios hacia arriba.

                -Lo era. Pero ahora ya no. Tampoco es el fin del mundo… era solo ballet.

                -No sé si dices eso por madurez o porque te engañas a ti misma.

Su respuesta fue demasiado sutil para mí. Intenté interceptarla, pero venía con una fuerza descomunal.
Íbamos 10 a 0.

                -No, en realidad no me preocupa. Es… es algo que quizá me entristezca un poco pero si lo pienso es algo insignificante. Puede que hace unos años hubiese querido morir sin danza, porque soñaba con dedicarme a ello toda mi vida… pero no tengo quince años. Me preocupan otras cosas más-respondí tensa-Otras cosas importantes… como que si algún día podré volver a la normalidad, ir a la playa, dormir… ser emocionalmente estable.

Me sentí orgullosa de mi respuesta. Si hubiera sido una entrevista de trabajo sería mío. 

                -¿Emocionalmente estable?-Y Jerry volvió a cargar.

                -Mi madre va a venir a verme. Ni siquiera sabe todo lo que ha pasado desde la última vez en el hospital. Lo único que sabe es que volví a andar-me encogí de hombros y miré hacia la pared-Nada sobre lo loca que estoy o que por las noches grito y que mi mejor amigo es mi terapeuta. Supongo que ha sido perfecto que tenga tanto trabajo.

                -Confesiones… que tendrás que hacer tarde o temprano. El miedo es natural, significa que mejoras. Hace unos meses hubieras inventado una excusa para que no te visitara. Y créeme, conozco tus dotes para eso.

Sonreí débilmente y bebí un trago de mi coca cola. Suspiré y dejé descansar la espalda en el respaldo del sofá. Un comportamiento sustitutivo a darle la razón a Jerry. Me analizaba sin esfuerzo, incluso mejor que yo misma.

Me compadecí de su pobre marido en una típica pelea de matrimonio. Seguro que él transformaba la situación para que pareciese inocente y ganar de manera aplastante. En aquel momento, me resultó envidiable saber el mecanismo de las personas que te rodean. Puede que hubiera elegido la carrera equivocada.

                -Creo que ha llegado James. Y puntual como siempre. Deberías aprender un poquito de él.

Eso logró ponerme nerviosa. Me incorporé y miré hacia la ventana para ver la luz del su coche. Y realmente, me moría de ganas de verle. 

                -No te equivoques, él intenta agradar a todos… es lo malo de tener amnesia, que te preocupas de las primeras impresiones. Llegará un momento en el cual se relajará y entonces, vendrá tarde y dejará de ser tan educado-le solté, fastidiada por las múltiples comparaciones con el señor Superman.

Jerry cerró los ojos y meneó la cabeza, acercándose a mí.

                -Puede que él sea así y tú estés cansada de vivir a su sombra-repuso con gesto cómplice.

Aquel comentario me llegó a las entrañas. Me levanté del sofá rápidamente, sin recordar lo dolorida que estaba, por lo que me tropecé de mala manera. Lo que me impidió caerme al suelo fueron los brazos de Jerry, agarrándome por la cintura.

Otro de esos agradables momentos de torpeza en los que hubiera preferido no existir.

                -Cuidado…-advirtió el duendecillo, sujetándome.

                -No pasa nada. Ya estoy-dije, intentando separarme de él.

Noté las piernas entumecidas y pesadas, muy pesadas. Sabía perfectamente que no iba a poder andar hasta que no descansara. Les había agotado la batería. Puede que hubiera sido demasiado para ellas durante un día, así que me senté en el sofá, resignada, apretando la mandíbula.

Lo que me enfadaba de aquello era su increíble oportunidad, con James esperando en la puerta.

                -Creo que no… me duelen un poco...-empecé a decir sin mirarle, incapaz de dejar a un lado mi grandioso e inconveniente orgullo de mierda.

                -Vamos, rodéame los hombros y apóyate en mi-se ofreció Jerry, inclinándose un poco.

Le hice caso y lo utilicé como sujeción, mientras mis piernas intentaban avanzar con lentitud hacia la puerta. Empecé a sudar y sentirme mal, de un modo mental y físico. Tenía un dolor horrible en la espalda, un pinchazo en el mismo lugar dónde, prácticamente, me había roto. No me pasaba mucho, aunque cuando lo hacía, siempre pensaba si se paralizarían para siempre. 

                -Para… para un momento. Para por favor-rogué parando en seco- Mierda.

                -Puedo llamar a Jim para que te lleve al coche. Él está mucho más fuerte que yo y no te tirará al suelo, lo que yo seguro que…

                -No… son… dos pasos más hasta el coche. Puedo-le corté, ahogada.

                -Está bien. No sé qué ganas con ser tan orgullosa, ¿No te resulta agotador?

                -¡Cállate!-espeté con rabia-Por favor, estoy… algo estresada.

Por suerte me hizo caso. Abrió la puerta y salimos a la calle. La temperatura había bajado y estaba oscuro, así que agradecí el aire frío sobre mi rostro sudoroso. Levanté la vista al coche y me topé con Jim, observándonos un segundo antes de saltar fuera del coche. Corrió hacia nosotros con gesto crispado y le dirigió una mirada a Jerry.

                -¿Qué pasa?-preguntó, cogiendo mi brazo con fuerza.

                -No es nada, sólo… me duele un poco la espalda-expliqué, pasando del cuello de Jerry al suyo.

De repente, estaba suspendida en el aire, entre sus fuertes brazos y la presión de mi cintura se había reducía un poco. Sólo debía preocuparme de la vergüenza y el mareo.

                -Llévala a casa y ponle un antinflamatorio de los que dejó Diana… sino te ves capaz, será mejor que llames por teléfono-explicó el duendecillo.

Noté sin mirarle como Superman asentía varias veces. No quería mirarle o no podía… Fuera lo que fuese, prefería quedarme sumergida en su cuello y su camisa azul que olía a él.

                -Sigo estando aquí-me quejé, con la impresión de que me ignoraban.

                -Está bien, creo que podré. Te mandaré un mensaje más tarde-contestó Jim.

Salí de mi escondite un minuto para dirigirle una sonrisa al duendecillo, después de todo resultaba de ayuda.

                -Descansa Erín.

                -Gracias-murmuré, aguantando esa penosa situación.

Rodeé el cuello del señor Superman hasta que llegamos al coche. Me metió con sumo cuidado en el asiento y le observé mientras me ponía el cinturón; parecía preocupado y eso incrementaba la manera en la que me sentía mal.

                -Estoy bien-le aseguré, acariciándole la mejilla.

Suspiró y dirigió sus ojos hacia mí. Eso logró que me sintiera mucho mejor.

                -No, estás sudando…-susurró, acariciándome la frente-No te hagas la valiente, Roach, te conozco.

Luego hizo algo que se escapaba de mi entendimiento: Se inclinó y me besó la frente antes de cerrar la puerta del copiloto.

Me dejó algo confundida. Muy confundida ¿Qué coño significa un beso en la frente? En ese momento me pareció algo así como un gesto de buenos amigos o de hermanos. Y no, no me hacía ninguna gracia. Y mira que lo había hecho antes, pero ahora me molestaba sobremanera.

Me quedé dormida de vuelta a casa y desperté cuando no escuché el sonido constante del motor del coche. Abrí los ojos y me percaté de que estaba sola en el interior. De repente, Jim abrió mi puerta y se sorprendió al verme despierta.

                -Buenas noches-me saludó divertido.

                -Hola-repetí, colorada.

                -Sé que no te gusta ser la damisela en apuros, pero voy a llevarte dentro en brazos.

               -Idiota… -susurré.

Se agachó y me rodeó la cintura, quedándose a pocos centímetros de mí. Empecé a temblar y a tener esa sonrisa tonta sobre los labios que me parecía patética. Yo lo era.

                -Aún así voy a llevarte en contra de tu voluntad. Espero que te parezca bien.

                -Está bien-acepté, rodeándolo con los brazos.

Me levantó con facilidad. Noté un calambre doloroso en la parte inferior de la espalda y lo agarré con más fuerza.

                -Ya llegamos.


Le esperé en la cama mientras buscaba el botiquín para emergencias. El hormigueo en mis piernas empezaba a molestarme bastante... y llevaba mucho tiempo sin hacerlo. Me preocupaba levantarme sin ese hormigueo, sin sentir nada. Tenía un nudo en la garganta, un presentimiento de que el Karma guardaba algo más.

Intenté ignorarlo y me incorporé para cambiarme de ropa. Me levanté, apoyándome en la cama y me quité el vestido y las medias. Estaba agotada, así que no me importó quedarme en ropa interior, y de todas formas, Jim ya me había visto desnuda.

O puede que el esfuerzo me hubiera llevado a la falta de oxígeno y de eso, a la locura.

Volví a tumbarme y esperé mirando hacia la puerta. No tenía ni idea de que iba a decir cuando entrara, pero sorprendentemente, me daba igual.

Tardó poco en volver. Abrió la puerta y me sonrió, frunciendo el ceño. Llevaba el botiquín en la mano y el alcohol en la otra.

                -El pijama…estaba lejos. No es nada sexual.

Cerré los ojos y me tapé la cara con las manos cuando escupí esas palabras, escuchando sus carcajadas. 

                -Voy a ponerte esto, pero por lo que aprendido y, es mucho más bochornoso para mí que para ti, tiene que ser intramuscular…-empezó a decirme, evitando mirarme, abochornado.

                -En el culo… adelante-completé, facilitándole las cosas.

Total, ese día ya había sido demasiado como para complicarlo dándole importancia a aquello. A un culo.

Me di la vuelta y evité mirarlo. Noté sus manos en mi cintura y como me bajaba unos pocos centímetros las bragas, después sentí el pinchazo y el dolor que conllevaba ese fármaco entrando en mi glúteo.

                -Ya está, creo que lo he hecho bien-dijo, sentándose a mi lado- estarás mejor en unas horas. O eso me ha dicho la enfermera. Será mejor que te metas en la cama o vas a coger frío.

Me di la vuelta, quedándome bocarriba y le miré desde esa perspectiva que le quedaba tan bien. Se puso a guardar distraído la aguja y el algodón, como si yo no estuviera allí. Eran esas cosas raras de Jim, que no sabías si estaba contigo o a miles de kilómetros…

Y yo lo quería allí conmigo. 

                -¿Puedes quedarte conmigo esta noche?-pregunté de repente.

No lo pensé mucho, sólo quería dormir con él a mi lado. Arqueó las cejas y cerró los ojos unos segundos, suspirando. ¡No quería dormir conmigo! -Y yo resultaba imbécil poniéndoselo- Después se puso en pie y me abrió la cama, haciéndome un gesto para que me metiese dentro.

                -¿Eso es un sí?-inquirí, ansiando una respuesta.

                -Me quedaré aquí, tranquila.

Me metí en el nórdico y me acomodé la almohada. Pero él se quedó sentado a mi lado, apoyado en el cabecero.

Demasiado perfecto para ser verdad. Tenía que ser tan respetuoso, tan raro que me trastocaba todas mis investigaciones en el sexo opuesto. Había decidido no hacer caso a esa atracción, aun así le estaba pidiendo que pasara la noche en mi cama ¿Me contradecía a mí misma? Puede que sí, pero estaba idiotizada y había hecho promesas que eran difíciles de cumplir.

En conjunto, me superaba no saber qué quería.                    

Cogió un libro de mi mesita y se puso a ojearlo. Era El jardín a la luz de la luna, de Corina Bomann, un regalo de Jerry para distraerme, que aún no lo había empezado.

-Parece interesante…

-Ya-murmuré. ¿Acaso íbamos a hablar de libros?

-¿Aún no lo has empezado?-preguntó, dirigiendo la vista hacia mí.

-No, no lo he…

Mis palabras se quedaron en el aire, noté otro pinchazo y me quede callada, cambiando de postura.

-¿Qué pasa?

-Nada, solo que mi espalda está celosa…

Tenía un nudo en el estómago, uno enorme que me impedía seguir hablando. Respiré hondo, intentando que no se notara mi grado de preocupación. Aunque fuera imposible, ya que mis ojos empezaban a escocer y eso significaba llanto inminente.

Me arrepentí de haberle dicho que se quedara.

-Erín, háblame-susurró, cogiéndome la barbilla y obligándome a encontrarme frente a él.

Caí directa a sus garras. Ya no podía escapar de allí, de un depredador tan silencioso y calculador. Así que no me quedaba otra opción que rendirme y esperar a ciegas a cuál de ellos iba a encontrarme.

Y eso me aterraba.

-Lo siento-me disculpé-hoy ha sido un día largo y ahora… creía que estaba bien, pero me duele todo y tú… tú quieres hablar de libros… no sé qué hago… y no sé que quieres con tus... 

De nuevo, no pude terminar de hablar, pero esta vez, no fue por mi propia debilidad. Me agarró el cuello con ambas manos y me callo besándome. Me quedé paralizada y lo único que fui capaz de hacer fue cerrar los ojos y dejarme llevar. Se separó de mí y respiró despacio, antes de volver a hundir sus labios en los míos otra vez, con dulzura. Y otra vez. Y yo claro, encantada. 

Por suerte, volvía a ser Superman. Y besaba genial.

-Duérmete-susurró en mi oído, acomodándome en su pecho.

No dije nada más, necesitaba asimilar lo que acababa de pasar y lo que iba a ser de nosotros a partir de ahora. Puede que él estuviera tan confundido como yo, o que aquello fuera una tregua que no iba a durar mucho tiempo. Ni siquiera tenía claro si quería llegar hasta ahí, a complicarlo más…

De lo que estaba segura, por muy dura que intentara parecer, era que le quería de una forma que aún no llegaba a entender.

Quizá hubiera cambiado mi opinión sobre un beso en la frente.






5 comentarios:

  1. Hola JANE! Jo lo siento mucho pero es que últimamente estoy mmuy ocupada porque estoy estudiando fuera de España! Que tal estas? Que sepas que me he sacado mi tiempo para leerte guapa1 Y como siempre, ya sabes que me encantan tus historias! Espero el siguiente capo con ganas !
    Un beso cielo!

    ResponderEliminar
  2. Cada vez que me paso me leo unos cuantos capítulos de lo desactivada que soy. Ya lo siento! Un beso cielo ! Me ha encantado!

    ResponderEliminar
  3. Hola!! La verdad que tus historias me gustan muchísimo, me tienen totalmente enganchada, escribes genial!! Subiras pronto mas capitulos???;-);-);-);-);-) por cierto me llamo ingrid

    ResponderEliminar
  4. holaa, estoy muy enganchada con la historia y quisiera saber que pasa, llevo esperando bastante el capitulo, espero subas pronto porfavooor

    ResponderEliminar
  5. Hola!!!
    Queria preguntat si no vas a seguir esta historia, me gusta mucho y llevo un tiempo pasando por aqui pero no sigue :'(:'(:'(:'(:'(

    ResponderEliminar