sábado, 21 de septiembre de 2013

Capítulo 6: Jim, y lo que no me esperaba de Jim.





Recorrimos la carretera en dirección al centro de Dublín, dónde estaba mi apartamento. La primera parada antes de llegar a “Mi nuevo, temporal e improvisto hogar”. Vivía en un tercer piso, sin ascensor, por lo que tuve que pasar por un momento un poco bochornoso, cuando cierto joven amnésico me llevó en brazos hasta arriba. Por supuesto, que en todo momento me mantuve fría y sólo respondía a lo que me preguntaba con palabras cortas como Sí y No. Y cómo él tampoco estaba cómodo, mejor que mejor. 

Ahí estábamos los dos, en mi pobre apartamento abandonado, exactamente igual a como lo dejé antes de que se me fuera la cabeza.

Para empezar, os describiré un poco mi pequeño habitáculo: Pocos metros cuadrados para nombrarlos, paredes blancas llenas de posters, fotos y cuadros que tapaban las grietas y los desconchones de la pintura, escasos muebles, lo bastante envejecidos como para ser de mi gusto y un par de estanterías que habían conseguido llevarse todo mi cariño. El apartamento tenía tres módulos principales; mi dormitorio-biblioteca-despacho-armario-sala de estar, la cocina y –si podemos llamarlo así, aunque no creo que llegue a esa consideración- un baño.

El amnésico desencantador me sentó en la cama y observó la estancia con expectación, deteniéndose en una pared un tato peculiar llena de recortes de periódico –Todos hemos tenido un pasado y él estaba a punto de descubrir el mío-.


A mi pesar…

                -¿Eres tú?-preguntó, señalando uno de los recortes.

Mi corazón dio un vuelco cuando descubrí que era yo la que señalaba. Erín Roach bailando ballet, con un enorme tutú, en la revista de moda de mi madre. En ese momento, con la vergüenza en su mayor apogeo, me planteé que mierda se me pasaba por la cabeza cuando decidí colgarla. Probablemente, que nadie iba a entrar a ver lo que yo colgaba en las paredes.

                -Sí-contesté, volviendo a mi frialdad habitual.

                -¿Eras modelo?

La pregunta mi pillo de sopetón, y si no fuera por lo bien que se me daba mi papel de dura, hubiera soltado una carcajada.

                -No, bailarina-decir eso me provocó un nudo en la garganta-Era bailarina.

                -Bailarina…-repitió, relamiéndose... y rebuscó entre algunos de los recortes.

No es que coleccionara basura, sino que en ocasiones, veía artículos en periódicos y revistas dedicados al ballet, fotos que inmortalizaban una perfecta pose, como solo la danza es capaz de producir. Así que la recortaba y la ponía en la pared. Fin. Tampoco era una obsesa. 

Si os lo preguntáis, solo había un par mías. Del número de febrero de hace tres años, de la revista FemmeY sí, es cursi, demasiado, pero supongo que a esas alturas ya no importaba lo más mínimo la cursilería y otras trivialidades.

                -Eh… ¿James? Creo que habíamos venido a por mi ropa… Aunque puedes seguir maravillado con toda esa basura el tiempo que quieras.

Se dio la vuelta y me sonrió, dándome a entender que no había nada que yo pudiera hacer para cabrear al señor perfecto.

                -No me gusta James, es muy serio… ¿Qué te parece Jim?

Fruncí el ceño y me encogí de hombros. No entendí a que venía la pregunta.

                -¿Qué importa eso?

                -Importa cuando empiezas de nuevo. Quizá antes todo el mundo me conocía como James, pero es demasiado serio… Parece que en vez de veinticuatro tuviera cuarenta y cuatro-se quedó pensativo y se sentó a mi lado en la cama. O sea, que no tenía pensado recoger inmediatamente-Jim, Jim suena bien ¿Te gusta?

                -No está mal-respondí sin mirarle, fijando mis ojos en mis uñas. En mis trece.

                -¿Puedo hacer algo para que no sigas enfadada?

Vale. Reconozco que esa pregunta infantil hizo que quisiera abrazarle... 

                 -No lo estoy.

Y obviamente era mentira y obviamente, todos lo sabíamos.

                 -No pretendía hacer que te sintieras mal, Erín-me agarró la mano pero la aparté.

                -¿Puedes meter la ropa en esa maleta? La que hay al lado del escritorio...-le dije.

Intentaba desviar la conversación a toda costa y lo conseguí. El nuevo Jim se levantó y comenzó a meter las cosas de mi armario a la maleta. Y mientras que se dedicaba a hacer mi equipaje, cogí mi portátil (afortunadamente estaba sobre la cama, justo detrás de mí) en el mismo sitio que siempre. Al encenderlo, sentí terror... en cada parte de mi cuerpo. 

¿Qué habría pasado en mi larga ausencia?

Así que, practicando el antiguo arte del masoquismo, decidí mirar mi correo. Cuando la ventana se abrió, él número de correos comenzó a ascender, cómo si llegado a un punto fuera a explotar, incapaz de contener tantos mensajes.

Mi corazón empezó a bombear intensamente y me sentí perseguida, como “Con la muerte en los talones” mirara el correo que mirara, los asuntos me resultaban absurdos; Te queremos, recupérate pronto, mis mejores deseos, tienes todo nuestro apoyo…

Odiaba cada uno de ellos por recordarme dónde estaba. Y entonces, me puse a pensar. Una mala idea.

¿Podría salir a la calle sin que me persiguiera lo que había hecho?

La respuesta era claramente negativa.

Había pasado de ser alguien que pasa desapercibida, a un ser la misma, con un drama a su espalda, una de esas desdichadas personas que despierta los cuchicheos de la gente del parque, que te mira de reojo, intentando que no te des cuenta de que sienten pena por ti.

Mi karma… Mi perfecto karma estaba ganando la partida, se había marcado un jaque en toda regla y yo no sabía por dónde escapar.

                -Voy a llevar esto al coche y ahora vengo a por ti-me dijo James-¿Estás bien?

                -Sí, genial. Te espero aquí-contesté, intentando que no se me notara que me salía humo de la cabeza.

No era tan buena actriz, pero supongo que el amnésico no se dio cuenta.

Me quedé sola. Cerré con fuerza el portátil y apreté los puños.

                -Mierda… Mierda.

Volví a abrirlo y cancelé mi cuenta de correo. No iba a ser un circo, un mausoleo para que la gente pudiera dejar sus condolencias. Pensé en qué hubiera pasado si hubiera conseguido mi objetivo, si hubiera muerto...

¿Por qué había sido tan tonta? Tan inmadura... no tenía ni idea. 

Definitivamente, Jim y yo estábamos en el mismo punto. El comienzo. Y estaba decidida a salir airosa. A qué ambos lo hiciéramos. Claro Erín... y ahora te preocupa él, después de tratarle así. 

Me sentí eufórica de repente -no sólo por cancelar una cuenta- sino por decidir, tan llena de fuerza que me agarré a la mesita y me impulsé para ponerme en pie. Y lo conseguí, en ese segundo, desde esa alta perspectiva, hasta me creí con fuerzas para bailar.

Tonta. Eso es lo que me dije cuando noté el dolor de mi columna y el temblor de mis rodillas. Pero no quería caerme al suelo, ni comprobar si tenía tanta suerte como para parar en la cama – lo que era imposible-, por lo que me agarré a la mesa, haciendo una fuerza descomunal en los brazos. Ni sabía cuánto podía aguantar, ni quería averiguarlo, pero no estaba dispuesta a volver al hospital porque los puntos se hubieran abierto por darme de bruces con la madera.

                -¡¿Qué mierda haces?!-bramó James y me agarró por la espalda. En cuanto sentí sus brazos en torno a mi cuerpo, me solté y aterricemos con suavidad en el suelo. Una escena genial. Me sentí como Grace Kelly y Audrey Hepburn. Todo a la vez.

Superman había vuelto, a mi pesar. Bueno, en ese momento tuve ganas de besarle… Pero estaba ocupada sudando, temblando y recuperando el aliento.Además, aplastaba la mitad de su cuerpo con el mío. Nos quedamos así, tumbados un rato, hasta que pude hablar.

                -Me he… puesto… de pie-jadeé, aún con la sonrisa en los labios.

                -Es genial, de verdad… Genial, pero no lo vayas a repetir hasta dentro de un tiempo-bromeó él.

Me reí con ganas, a carcajadas, olvidando por completo todos esos correos. Y Jim también lo hizo. Cuando paramos, apoyó la cabeza en su brazo, igual que un seductor modelo de Armani y me miró fijamente.

Y me derretí con esa mirada.

                -Este se acaba de convertir en mi mejor recuerdo-reconoció.

                -Pues no es por aguarte la fiesta, pero es un poco pobre-añadí para burlarme de él.

                -¡Tonterías! Espera…- se levantó y sacó algo del bolsillo de su chaqueta de cuero marrón. Una cámara de fotos.

                -¿Qué? ¡NO!-exclamé y me tapé la cara con las manos, mientras me reía, sin ni siquiera notar las punzadas de mi cicatriz.

Se subió a la cama y me echó fotos desde arriba.

                -¡Tengo que inmortalizarlo!

                -¡No! ¡Para! ¡Por favor!

                -¡SALES PRECIOSA!
         
                -Lo digo en serio...¡Eh! ¡No más!-intenté lanzarle una mirada de odio, pero era incapaz de cambiar mi mueca de felicidad. Ay Superman.

                -Sí, muy fotogénica, señorita Roach ¿Querría ser mi musa?

                -¡No! ¡No! Soy horrible ¡Para!- pero se bajó de la cama y siguió y se acercó más, intentando que apartara las manos de mi cara-¡PARA! ¡Estás loco! ¡JIM, PARA!

Paró. Todo se quedó en silencio, mientras me observaba, hipnotizado. Pensé que le había dado un chungo de amnésicos. 

                -¿Qué te pasa?-pregunté extrañada-¿Estás bien?

                -Me has llamado Jim…-empezó a decir.

                -¿No decías que…?

                -Sí. Por eso-murmuró y vi como se dibujaba una sensual sonrisa en sus labios.

Y de pronto, se abalanzó sobre mí y agarró mi cara con sus manos. Nos separaban unos centímetros y mi respiración comenzó a agitarse, movida por un frenesí, por una corriente eléctrica perfecta y armoniosa. Todas las leyes de la química en mi habitación. Me sentí orgullosa y esperé a que me besara. Podía sentir sus latidos en mi pecho, su calor, su aliento… Estaba ansiosa por probar esos labios carnosos. Deseaba probarlo sobre cualquier cosa de este mundo.

                -No puedo-susurró con los ojos vidriosos y se levantó de encima de mí.

El frío me dejo inmóvil, sin poder decir o hacer nada. La confusión me metió un derechazo en el estómago y entonces, sí que sentí dolor.

Estaba de espaldas a mí y no me miraba, y yo no podía sino que preguntarme una sola cosa, una y otra vez.

¿Por qué no podía?
               





2 comentarios:

  1. ¿Por qué no podía? ¿POR QUÉ NO PODÍAAAAAAA? No me esperaba el sexto capítulo tan pronto, pero ahora el séptimo es que lo quiero ahora mismo, porque NECESITO saber qué le pasa a Jim/James. Cada vez me da más pena Erín, el karma la trata fataaaal :( En fin, un capítulo muy bonito, especialmente la parte en la que Erín y James/Jim se ríen cuando están en el suelo.
    ¡Un beso! <3

    ResponderEliminar
  2. acaso tiene novia James???? o es demasiado respetuoso???? jajajaja

    ResponderEliminar